Quizá toda la Colombia tuitera ya habrá visto hoy lunes el video de la insultada que le pegó a Martín Santos una señora con acento antioqueño y pelo rubio que lleva una medalla de oro de la virgen colgada al cuello, un Iphone de tres millones en una mano y un bolso Steve Madden de setecientos mil pesos en la otra, cuando se topó de frente al delfín en un centro comercial de Miami.

Detallo estos datos para enfatizar que el hecho no ocurrió en la plaza de mercado de algún pueblo nuestro y que la protagonista es una mujer que seguramente pasó por un colegio, e incluso puede que haya estudiado en una universidad. Una mujer con privilegios y holgados recursos económicos.

Al cierre de esta columna, viernes en la noche, el video no sólo es tendencia en Twitter: se ha convertido en noticia en los principales medios del país. Buena parte de colombianos apoya a Martín Santos en tanto otros aprovechan para abonar a los insultos de esta doña otros nuevos de cosecha propia. El hecho va más allá de si los insultos son merecidos o no. La escena ocurrió al día siguiente del anuncio de Iván Márquez de la aparición de la nueva guerrilla. ¿Mera casualidad?

El odio inicia con una pequeña chispa que no se sabe cuándo y dónde parará. Para no ir tan lejos, la fiscal general de Brasil abrió ayer una investigación sobre el incendio de la Amazonia luego de que un reportaje televisivo mostró a un grupo de, al menos, setenta personas que acordaron el acto delictivo vía WhatsApp. No se trata de que Bolsonaro les haya dado la orden de hacerlo.

El mensaje está en el aire. Por eso uno sale de casa esperando lo peor: sabe que volver a salvo es casi un milagro. No es por la inseguridad, que ya es mucho hablar, sino por tropezarse con toda esa ojeriza y ese resentimiento y esa desconfianza de quienquiera que sea, de Carulla a la plaza de mercado. Este país agobia y estresa y hace daño y resta energías y todo es una pelotera. Aquí no se vive: no hay paz ni felicidad. Hay en cambio mucha mezquindad y cierta resignación “porque me tocó vivir aquí” que a cada quien le altera los nervios y le genera un profundo desasosiego.

Esta doña no estaba en Colombia cuando atacó a Santos como una posesa. Aun estando en Miami su mirada es la del súcubo de los demonios y sus gritos son de energúmena. Como de loca. ¿La locura a la que lleva el odio, que es la locura a la que parece conducirse sin remedio este país?

Nos hemos venido acostumbrado de tal manera a la agresividad y a la gritadera y a la violencia, que pretendemos creer que todo ello es normal. Como dice una amiga: “Antes de salir a la calle hay que ponerse la careta de que no pasa nada”. Pero la mente humana sabe que no es así. Es cierto que algunas personas tienen un mayor umbral del dolor que otros, pero otros, como esta doña, exigen a su alma una calma a gritos porque ya no pueden más con el calvario de país que los acompaña incluso allende las fronteras.

La escena del video es muy triste. Da cuenta de una Colombia que se despeña rápidamente hacia el abismo mientras unos pocos se favorecen de su locura colectiva.

@sanchezbaute