En época electoral es normal exacerbar nuestros sentimientos de indignación ante nuestra realidad social cuestionándonos el compromiso y moralidad de aquellos que nos quieren representar mediante voto popular, como si esos terceros fueran los únicos responsables de construir un mejor país. Por ello, en muy pocas ocasiones vemos los mismos reparos cuando se trata de nuestra propia conducta, alienándonos de esa responsabilidad desconociendo acciones simples, pero vitales de nuestra cotidianidad que podrían marcar la diferencia en la contribución al fortalecimiento social.
Un ejemplo sencillo de esa contribución es exigir en nuestras compras la correspondiente factura, la cual, no necesariamente debe ser física y esto obedece a la implementación del sistema de facturación electrónica, un mecanismo que seguramente hemos escuchado de manera tangencial y el cual, si bien nos creemos ajenos, resulta crucial para la gestión tributaria y económica del país.
Así, los contribuyentes obligados a facturar electrónicamente, la gran mayoría empresas, han realizado grandes esfuerzos, no solo económicos sino organizacionales, a efectos de su implementación, para no solo dar cumplimiento a los lineamientos de la DIAN, sino lograr una mejora en su gestión tributaria mediante el uso de la tecnología. Pero el esfuerzo no puede seguir siendo en una sola vía (facturadores-DIAN y viceversa), sino los consumidores también debemos ser responsables con este mecanismo y debemos conocer los derechos y obligaciones que tenemos al realizar nuestras compras de bienes servicios.
Los colombianos de a pie hemos visto cambios en la interacción con los comercios, ya que nos están pidiendo información que consideramos sensible, como nombre, cédula y especialmente mail, y no ha sido extraño encontrar en algunas ocasiones reticencia para suministrar dicha información, sin saber que, con esos cinco minutos de más, estamos dando los insumos básicos para que se cumpla con la obligación de emitir la factura electrónica y, por tanto, el reporte en línea de la transacción, lo cual permite garantizar que los impuestos no se queden en el bolsillo equivocado, sino que sean efectivamente entregados al sistema tributario para contribuir a atender las necesidades de los colombianos.
Aunque no lo creamos esos cinco minutos marcan la diferencia y de manera silenciosa nos volvemos garantes de la legalidad que tanto añoramos y reclamamos, convirtiéndonos en actores del cambio y no en simple espectadores.
El cambio debe ser inherente y entender que los soportes en papel están en vía de extinción, permitiéndole a la DIAN llevar la trazabilidad y control de las transacciones tanto a nivel de ingreso como de gasto en tiempo real. Esto nos debe conminar a anticiparnos al cumplimiento correcto de nuestras obligaciones tributarias, lo cual si se logra en masa podríamos llegar a alcanzar lo que hoy consideramos una utopía, esto es un sistema tributario que atienda a los principios de equidad y progresividad.
*Asesoría Tributaria EY.