Los estudiantes hicieron la tarea. Primero, pidieron todas las hojas de vida y las analizaron con rigor.

En la búsqueda de un perfil idóneo para rescatar a la Universidad Autónoma del Caribe, solicitaron, luego, una propuesta formal a cada uno de los candidatos quepasaron ese filtro.

Con esos insumos siguieron investigando. Preguntaron a sus pares. Buscaron referencias. Escucharon a sus profesores.

Hubo sesiones intensas de análisis y debates, que ponían los desafíos institucionales en la perspectiva de los currículos.

Algo habían decidido en esa noches de reflexiones, pero tenían que seguir. Ya se aproximaba la fecha de cierre de la postulación. El siguiente paso era la entrevista. Esa era la oportunidad para formular todas las preguntas.

¿Qué va a hacer con las matrículas? ¿Sabe en qué berenjenal se está metiendo?

Presentar un candidato, sin embargo, era apenas parte del proceso, así es que hicieron dos cosas más: diseñaron una encuesta para que las bases decidieran, inclusive con los nombres que habían descartado; y cuando estas se pronunciaron, pidieron al que tenía su favor, que se comprometiera con unos mínimos institucionales que, a su buen juicio, eran necesarios en la Autónoma.

Ahí había innegociables como la reivindicación del derecho a la educación superior de todos los colombianos y la defensa de la universidad como institución sin ánimo de lucro por encima de cualquier asomo de convertirla en un negocio.

En su pedido no faltaba el fondo de becas para los jóvenes de menores ingresos y, más allá, una política sostenida de calidad para todos los programas que un día no tan lejano permitiera la acreditación institucional.

La tenían clara. Era elocuente su sensibilidad. Les dolía su universidad. Sabían que la institución es hoy una goleta a la deriva, porque sus tripulantes bajaron en los botes salvavidas y andan buscando, cada uno por su lado, un puerto esquivo.

El remedio, convinieron, es volver al barco para que todos vuelvan a remar hacia un destino colectivo.

El rector que llegue -dijeron- tiene que diseñar y timonear un proyecto común de universidad incluyente. ¿Lo fi nanciero? Sí. Importante. Pero no es lo más, así en medio de la incertidumbre profesores, directivos, funcionarios, egresados y algunos estudiantes, crean que es un problema de caja.

Cuando la Autónoma -pensaron- vuelva a apostar a la transformación social del Caribe con la solidez de la investigación, la academia y la extensión, será de nuevo un referente del desarrollo regional.

Eran, todas, ideas altruistas y de estatura mayor que defendieron con entereza mientras algunas fuerzas oscuras seguían lanzando botellas de náufragos con verdades panfletarias.

Ojalá que lo que ocurra de aquí en adelante en la Universidad se inspire en esos corazones jóvenes, que le dieron al mío la fuerza para seguir latiendo a plenitud.

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@AlbertoMtinezM