Me deprimo cuando veo lo que el egoísmo, la maldad, la injusticia, la pobreza, la discriminación y el odio hacen todos los días en las calles de mi país. Es tal la tristeza que tengo, que me zambullo en el mar interior de mi ser buscando encontrarme con Dios y dejar que él me llene de su paz y su serenidad. No es huirle a la realidad, sino cargar las baterías del alma con amor y firmeza, para intentar construir desde el discurso y las acciones, estructuras justas que permitan que todos nos realicemos dignamente.
Es la oportunidad para ir más allá de la unidimensionalidad que estas maneras de relacionarnos nos imponen para poder trascender; de alguna manera es vencer esa característica que Marcuse señala del hombre moderno: "El individuo unidimensional se caracteriza por su delirio persecutivo, su paranoia interiorizada por medio de los sistemas de comunicación masivos. Es discutible hasta la misma noción de alienación porque este hombre unidimensional carece de una dimensión capaz de exigir y de gozar cualquier progreso de su espíritu. Para él, la autonomía y la espontaneidad no tienen sentido en su mundo prefabricado de prejuicios y de opiniones preconcebidas". Tengo la certeza que la espiritualidad se presenta como una posibilidad real para poder vivir sano en medio de tanto dolor y tanta violencia.
Pero no estoy hablando de rezos mecánicos, ni de gritos extáticos, estoy hablando de una experiencia existencial de encontrarnos con nosotros mismos y desde allí permitirnos reconocer al otro diferente pero igual en dignidad, para entonces sí celebrar una liturgia que sea expresión de una praxis ética desde la solidaridad y la entrega. Hoy quiero evidenciar que la espiritualidad nos aporta herramientas muy importantes para vivir siendo felices. Francesc Torralba insiste “Una persona espiritualmente rica tiene una inagotable actividad de pensamientos, su juego se renueva constantemente en los variados fenómenos del mundo interno y externo, la fuerza y el impulso de realizar combinaciones siempre distintas de los mismos colocan a la mente totalmente fuera del dominio del aburrimiento”. Al permitirle “otearse”, observarse, la espiritualidad permite una capacidad de autocrítica que le hace consciente de sus límites y le evita toda actitud de superioridad ante los otros, entendiendo que no somos más que seres que buscamos desde nuestra formación y valores responder a las más inquietantes preocupaciones que tenemos; el espiritual no es juez del ser de nadie.
Alguien que es espiritual crea relaciones interpersonales profundas que vayan más allá del rol, de la imagen, de los gustos y se internen en la genuina e indisoluble esencia del otro que es al fin y al cabo lo que vale; las amistades, por ejemplo, que se tejen desde lo espiritual trascienden todo lo superficial, desechan lo superfluo y son capaces de cabalgar hacia la eternidad sobre las olas de obsolescencia humana; por eso es que los que se aman van a un altar a que los bendigan y se hacen sacramento del amor de Dios, porque hasta la genitalidad la viven desde la libre y auténtica manifestación de sus esencias. No se cual practica te ayuda a ahondar en tu experiencia espiritual, pero te invito a tenerla. A mí la oración, la meditación, la lectura de poesía, escuchar canciones de esas que atrapan lo sublime en un verso, me permiten interiorizar en lo profundo de mi ser para trascender. Es batería pa el corazón.