La Navidad siempre llega con una luz distinta. Es un momento especial, que nos invita a bajar la velocidad, a respirar y a recordar que lo verdaderamente valioso no son los regalos, sino las personas que caminan con nosotros y nos sostienen en los momentos difíciles. La navidad es la oportunidad que nos regala la vida para agradecer todo, incluso los detalles más pequeños que a veces damos por sentados, como una silla ocupada en la mesa.
Pero la Navidad también tiene silencios. Detrás de las luces y las fotos familiares, hay realidades que no podemos ignorar. Para muchas personas, especialmente para quienes están privadas de su libertad y para sus familias, estas fechas son particularmente difíciles porque precisamente dejan una silla vacía en la mesa. En un país que habla constantemente de empatía, quizás este es el momento del año en que más necesitamos practicarla de verdad.
En Colombia las cárceles siguen hacinadas, siguen llenas de personas que aún no tienen una sentencia y, aun así, viven como si la tuvieran. Recordemos que no todos los que están presos son culpables, ni son un peligro para la sociedad. Muchos llegaron allí porque no tuvieron una buena defensa, porque fueron mal asesorados, porque se convirtieron en un chivo expiatorio para cerrar un caso rápido, porque nadie los escuchó a tiempo. Y todos ellos también tienen familia que los espera, que los extraña, que llora en silencio mientras intenta poner buena cara en la cena de Navidad.
Por supuesto, hay personas que sí deben cumplir una pena y ser separadas de la sociedad. Eso también es parte de la justicia. Pero vale la pena preguntarnos, especialmente en estas fechas, si el estado actual de nuestras cárceles realmente permite que alguien se resocialice o si, por el contrario, las personas salen peor de lo que entraron. ¿De qué sirve el castigo si solo destruye, si no ofrece una segunda oportunidad, si no devuelve seres humanos preparados para vivir en comunidad?
La Navidad, al final, es eso: una temporada para agradecer, pero también para mirar hacia adentro. Para reconocer nuestras propias oportunidades y recordar las que otros no tienen. Para entender que la dignidad no depende de la situación jurídica de nadie. Que todos, absolutamente todos, merecemos una segunda oportunidad.
Que esta Navidad sea un recordatorio de que la justicia también puede ser compasiva. Que detrás de cada persona, de cada audiencia, de cada celda, hay vidas que importan. Y que ojalá algún día podamos construir un sistema donde la esperanza no sea un privilegio, sino un derecho.
@CancinoAbog







