En un mundo lleno de cálculos, encuestas y conveniencias, me sorprendió ver algo que ya casi no existe: un país poderoso arriesgando capital político para ayudar a un amigo. Estados Unidos, Trump puntualmente, decidió apoyar a Argentina con casi 20 mil millones de dólares. No con anuncios vacíos ni gestos diplomáticos, sino con plata real y condiciones generosas, plazos de hasta diez años, tres de gracia y tasas por debajo del mercado. Un salvavidas pensado en sostener, no en castigar.

Muchos lo redujeron al titular cómodo, “lo ayudan porque Milei piensa parecido” o porque es su amigo, como si las relaciones de Estado no fueran entre dos personas. No entiendo esa crítica. En la vida uno ayuda primero a la gente cercana, a los amigos. Extraño sería tenderle la mano al enemigo o con quien no se tiene empatía. Lo que sí llama la atención es que por primera vez en mucho tiempo veo a un gobierno actuar en contra de su propia conveniencia interna para ayudar a otro país.

Porque esta ayuda no le conviene a Estados Unidos. Imagínense a los agricultores americanos, que compiten grano a grano con Argentina frente a China, leyendo que parte de sus impuestos termina en el bolsillo de su rival directo. Para ellos no es solidaridad; es una puñalada comercial, y ningún político quiere explicar eso en campaña. Aun así, lo hicieron, sabiendo el costo, el ruido y el desgaste. Lo hicieron porque entendieron que, si Argentina volvía a caer, el precio político, económico y regional sería aún peor. De pronto Trump quiso mandar un mensaje simple: mis amigos no están solos. Y me gusta ese mensaje. Porque, sin esa mano, Argentina estaba a horas de un nuevo colapso, de regresar a un ciclo conocido de pobreza, controles y familias perdiéndolo todo. Estaban a punto de repetir la historia que llevan décadas tratando de dejar atrás.

Yo quiero un amigo así para Colombia. Que crea en nosotros, apueste por nuestra estabilidad y ponga plata de verdad sin chantajes o ecuaciones imposibles de pagar. Un socio que se arriesgue por nosotros cuando más lo necesitamos. Porque mientras Argentina recibe esa mano firme, Colombia hace lo contrario: se aleja de quienes alguna vez nos ayudaron, aunque fuera poco, y busca “amigos” que no tienen cómo sostenernos. Como Venezuela, firmando un acuerdo binacional de seguridad cuando ni puede garantizar la propia, o China, con quien tenemos una relación comercial tan desigual que por cada dólar que les vendemos, ellos nos venden once; imposible competir con una economía diseñada para inundar mercados.

Lo que nos muestra Argentina es sencillo: nadie sale de una crisis solo. Como en la vida, siempre es mejor contar con el buen amigo, ese que llega justo a dar el empujón que faltaba. Pero para que aparezca, primero debemos demostrar que somos un país que vale la pena acompañar. Ojalá pronto recuperemos la estabilidad, la confianza y el rumbo. No necesitamos un millón de amigos; basta uno que crea en nosotros cuando más lo necesitamos. A veces, un solo buen amigo cambia la historia.

@MiguelVergaraC