Noventaidós años han pasado desde que se imprimió el primer ejemplar. Y la rueda sigue girando. Hacer periodismo en la actualidad es un reto enorme, en tanto que a mayor número de plataformas digitales, mayor es la posibilidad de difundir información y de llegar a públicos cada vez más amplios. EL HERALDO, la casa editorial que me abrazó a mi regreso a Barranquilla en 2015 y que ha abrazado a tantos y tantas periodistas del Caribe colombiano, camina con firmeza hacia sus cien años. Y, allende la nostalgia por los tiempos vividos en su sala de redacción de la cincuentaitrés con cuarentaiséis, con el traslado que el querido EH emprende hacia una nueva sede, se empieza a escribir una nueva gran página de su historia.

En ese lugar que está próximo a cambiar de propósito, por más de cuarenta años consecutivos llegaron a imprimirse a diario decenas de miles de ejemplares de este emblemático periódico que sigue en pie de lucha en una época que parece ser la antítesis de la información. Recuerdo con gratitud el tiempo que viví en EL HERALDO. Y digo viví casi en sentido literal. Quizás porque trabajar en un medio de comunicación termina resultando casi lo mismo que vivir en él. O quizás porque es más bien el medio el que acaba viviendo dentro de uno. Hace diez años, EL HERALDO era otro y, a su vez, hoy sigue siendo el mismo. De eso se trata la vida —la de los medios, como la de las personas—… De inventar y reinventar, de escribir y reescribir, de encontrar y reencontrar en los hechos —principio y fin de todo lo que existe— el sentido.

Esta casa periodística ha contribuido no solo a formar opinión en la región, sino también seres humanos. Todos los que hemos tenido la experiencia de ejercer el oficio que tanto amamos asistiendo al maravilloso encuentro con otros que viven con el mismo fuego encendido por construir narraciones que dan fe de la realidad somos muy afortunados de hacer o haber hecho periodismo en un medio que, como la de Álvaro Cepeda Samudio, es una casa grande, o bien, un gran relato en sí mismo.

Siempre hay que festejar los nuevos comienzos. El de EL HERALDO lo celebro con alegría, hoy cuando han pasado exactamente cinco años desde que volví al diario para escribir desde esta otra esquina del movimiento: la opinión. Aun desde una ubicación distinta, la rotativa de este medio que —al tiempo que ha narrado miles de historias, ha construido su propio cuaderno de bitácora— seguirá rodando. La historia que comenzó a escribirse desde 1933 seguirá escribiéndose. ¡Larga vida, querido EH!