Con inusitada frecuencia van apareciendo en mi consultorio niñas entre 8 a 10 años con síntomas de un trastorno premenstrual revueltos con los otros por los cuales consultan, hay irritabilidad, malestar general, sudor fuerte y, en algunos casos, sangrado leve. Cuando se revisa ese aspecto, las madres hacen notar la aparición de caracteres sexuales secundarios, como aparición de vello púbico y axilar, desarrollo incipiente de los senos.
Es para ponerse a pensar en qué está sucediendo con nuestras hijas. ¿Es esto bueno, malo, anormal? Mi respuesta no puede estar desligada de otras observaciones que he hecho con respecto a lo que sucede con los niños en la actualidad. Cito otra casuística en mi consulta que es válida para ambos géneros: el 90% de chicos y chicas que consultan tienen alguna forma de hipotonía muscular benigna y de un trastorno en la modulación de la integración sensorial. Y la que me ayuda a sostener mi explicación: recibo niños y niñas con habilidades que nosotros adquiríamos a mayor edad: pueden aprender a leer por su cuenta antes de los 3 años, comprender abecedarios tan complejos como el ruso o el egipcio, hablar en otros idiomas con facilidad, armar estructuras de alta ingeniería, hacer cálculos matemáticos a la velocidad de una calculadora.
Esta es mi explicación. El cerebro y el cuerpo de nuestros hijos cambiaron, los nuestros no se replicarán en las próximas generaciones. Lo cual no es ni bueno ni malo, sino una consecuencia lógica del proceso evolutivo natural de la especie humana cuyo cuerpo y cerebro están sometidos a las influencias del mundo a su alrededor. Nos guste o no, lo aceptemos o no.
Lo que define a la evolución es la variación. Si la reproducción no logra producir variantes o si la herencia no logra transmitir las variaciones, entonces la naturaleza estaría empantanada y los engranajes de la evolución se hallarían atascados. La herencia tiene que mostrar constancia e inconstancia, ser estable y mudable.
La pregunta que surge es qué vamos a hacer con estos niños y niñas que tiene una forma diferente de percibir, comprender y estar en un mundo creado por nosotros, con unos valores y unos modelos que han sostenido el mundo hasta ahora, pero que tienen que reinventarse ante el advenimiento de las nuevas creaturas que estamos trayendo a este mundo, productos de nuestra esencia humana.
Somos sus padres y abuelos y tenemos el deber de darles nuestra respuesta adaptativa más inteligente.
“Los tiempos duros crean hombres y mujeres fuertes. Los hombres y mujeres fuertes crean tiempos fáciles. Los tiempos fáciles crean hombres y mujeres débiles”.
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