Es muy significativo que Barranquilla sea la sede del Foro de Desarrollo Local 2025 —Inspiraciones globales, transformaciones locales—, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Además de los intercambios de experiencia y conocimiento que están teniendo lugar en las diferentes sesiones y plenarias, el encuentro plantea varios retos logísticos, así que sacarlo adelante es un logro. Los responsables de su organización, sin duda, merecen reconocimiento, dado que se ha demostrado que nuestra ciudad es capaz de albergar eventos de alto nivel.
Una de las acciones más llamativas que acompañan estos días, es el esfuerzo conjunto para reforzar las condiciones de seguridad durante el desarrollo del evento. Se ha mencionado que las autoridades «blindaron» el foro mediante el despliegue de más de 1.000 miembros de la fuerza pública y diversos puestos de control, con vigilancia aérea y fluvial, para garantizar la tranquilidad de los participantes.
Todo eso es razonable. No es un misterio que algunos indicadores relacionados con la seguridad en nuestra ciudad están deteriorados. Casualmente, justo antes del inicio de las conferencias, un conocido ejecutivo fue blanco de un atentado relativamente cerca del malecón, del que afortunadamente salió ileso gracias a la intervención de sus escoltas. Supongo que, además, se movilizaba en un vehículo blindado, un lujo que no se puede permitir la gran mayoría de los barranquilleros.
Este diario publica con frecuencia noticias sobre extorsiones y amenazas que mantienen en estado de zozobra a los ciudadanos, indefensos ante las estructuras criminales que poco a poco van minando las posibilidades de vivir en paz. Historias sobre robos de carros y atracos diversos suelen ocupar las conversaciones cotidianas. Cabe preguntarse, entonces, por qué las potentes medidas de seguridad que se despliegan durante un evento como el de la OCDE no pueden adoptarse de manera permanente e indefinida, mientras se hace lo posible por conjurar los peligros a los que se exponen los barranquilleros. Sabemos que hay zonas de la ciudad que son riesgosas —el corredor portuario y la zona de Barranquillita son buenos ejemplos—, y sin embargo no se implementan patrullajes notorios y continuos. ¿Por qué hace falta que vengan unos visitantes ilustres para reforzar la seguridad? ¿Acaso los barranquilleros, que pagamos los impuestos y las tasas correspondientes, no tenemos derecho a estar también «blindados» ante la delincuencia? Lo justo sería que el despliegue de seguridad motivado por la OCDE continuara brindándonos una necesaria protección adicional.
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