Esta semana, como cada 12 de mayo, el mundo celebró el Día Internacional de la Enfermera, una fecha que honra el nacimiento de Florence Nightingale y nos invita a reconocer el papel esencial de esta profesión en la salud de las personas y en el bienestar de las comunidades.
Desde sus orígenes, la enfermería ha sido sinónimo de cuidado organizado. Sin embargo, su evolución ha sido notable: hoy es una disciplina universitaria, regida por códigos deontológicos que exigen respeto por la vida, equidad, confidencialidad y un profundo compromiso con la justicia social. Quien ejerce la enfermería no solo administra tratamientos; también educa, detecta riesgos, investiga, escucha, acompaña y brinda apoyo emocional a pacientes y familias.
Por ello, el papel de enfermeras y enfermeros en los equipos de salud es sencillamente irremplazable. Se trata de una profesión con criterio clínico, liderazgo y voz propia, que con frecuencia gerencia los procesos de atención. Su presencia se vuelve aún más determinante en muchos países —especialmente en aquellos de ingresos medios y bajos— donde el profesional en enfermería es el primer y, en ocasiones, el único contacto de la población con el sistema de salud. Ya sea en hospitales urbanos, centros rurales o zonas remotas, su rol amalgama competencia técnica, juicio clínico y una profunda calidez humana.
A pesar del amplio reconocimiento social de la enfermería, los indicadores inquietan. Según la OMS, el promedio mundial es de 36 enfermeras o enfermeros por cada 10.000 habitantes. En América Latina, la cifra es mucho menor, y en Colombia apenas supera las 13. La escasez de profesionales de enfermería genera una sobrecarga de funciones, especialmente en regiones dispersas como el Caribe colombiano. Esta situación, no puede solo verse como una oportunidad laboral, también debe entenderse como una barrera que impide alcanzar todo potencial de la profesión para lograr resultados significativos en salud y bienestar para todos.
Otra razón de peso para cerrar esta brecha es el cambio estructural de la población. Para 2050, uno de cada cinco colombianos será mayor de 60 años. Ante este desafío, no será la inteligencia artificial, sino la enfermería, la que estará llamada a liderar modelos de atención integral, continua y humanizada. Las y los profesionales de la enfermería tienen la capacidad de responder no solo a enfermedades, sino también a la fragilidad, la dependencia y las necesidades emocionales de una población longeva. Y es que las enfermeras y enfermeros se forman para ello: promueven la autonomía, garantizan la adherencia a tratamientos, detectan signos de deterioro y fortalecen el vínculo entre el paciente, su familia y el sistema de salud.
Termino aprovechando esta efeméride para felicitar al Programa de Enfermería de la Universidad del Norte, que celebra 50 años de historia formando profesionales de excelencia. Su acreditación nacional e internacional ratifica su calidad académica y su compromiso con el desarrollo social y el liderazgo ético. Es un orgullo para la región Caribe y para el país contar con un programa que, durante medio siglo, ha contribuido a transformar vidas a través del cuidado.
Porque sí: cuidar también es transformar. Y la enfermera —como profesional, como ciudadana, como defensora de la vida— es y seguirá siendo protagonista de esa transformación. Especialmente en tiempos en que el cuidado es una de las pocas cosas en que superamos a los algoritmos.
@hmbaquero