En la historia de la humanidad, cada revolución industrial ha marcado un punto de inflexión en la sociedad. La primera trajo la mecanización, la segunda impulsó la producción en masa, y la tercera dio paso a la digitalización. Hoy nos encontramos en la Cuarta Revolución Industrial, caracterizada por la automatización, la inteligencia artificial y la interconectividad. Para Colombia, esto no es solo es cuestión de innovación tecnológica, sino un tema fundamental para el desarrollo. Sin embargo, entre los escándalos y las urgencias del día a día, el país avanza poco en esta materia. Es imperativo que alguien en el gobierno se apersone, para que lo urgente no mate lo importante.
En América Latina, la adopción de tecnologías emergentes ha sido desigual. Mientras Chile y México avanzaron en infraestructura y regulación de la economía digital, en Colombia seguimos con debates atrasados sobre plataformas de transporte o el uso de datos. La inteligencia artificial y la automatización avanzan rápidamente, pero nuestras normas laborales y educativas aún reflejan modelos del siglo XX. El dilema es claro: si no aceleramos la adaptación de nuestro sistema educativo, la infraestructura tecnológica y las políticas de innovación, corremos el riesgo de quedarnos relegados.
Con un 60% de la población ocupada en sectores susceptibles a la automatización, la pregunta no es si la inteligencia artificial reemplazará trabajos, sino qué estamos haciendo para preparar a la fuerza laboral para cuando esto ocurra. La respuesta debe comenzar con la educación. Nuestro sistema sigue enfocado en la memorización, mientras el mundo demanda habilidades analíticas, pensamiento crítico y competencias digitales. No basta con ampliar el acceso a la educación superior, hay que reformarla para alinearla con las necesidades del mercado laboral del futuro.
En países como Estonia o Singapur, los niños aprenden programación desde la primaria. En Colombia, aún estamos debatiendo si incluir educación financiera en el currículo escolar. Mientras el mundo entrena a su fuerza laboral en inteligencia artificial, análisis de datos y blockchain, nosotros seguimos graduando estudiantes sin herramientas para competir globalmente.
La innovación tampoco puede prosperar sin un marco normativo adecuado: las startups tecnológicas enfrentan obstáculos burocráticos. Los emprendimientos basados en datos tienen que lidiar con regulaciones anticuadas. Si Colombia quiere atraer inversión en tecnología, el gobierno debe actuar como un facilitador, eliminando barreras y creando incentivos para la investigación y el desarrollo.
La Cuarta Revolución Industrial no es una tendencia del futuro, es una realidad del presente. Colombia tiene potencial, pero si no tomamos decisiones estratégicas ahora, el mundo seguirá sin nosotros. Puede que no estemos a la vanguardia de la innovación, pero sí debemos ser ágiles en adopción. La tecnología no es un enemigo del empleo ni una amenaza para la economía, sino una oportunidad para transformar el país. Necesitamos un cambio de mentalidad: educación de calidad, regulación moderna, y un Estado que impulse la innovación en lugar de frenarla. La verdadera pregunta no es si queremos adaptarnos, sino si estamos dispuestos a hacerlo a tiempo. El futuro ya llegó.
@SimonGaviria