Desde hace ratos me da vueltas en el cerebro lo que se viene diciendo con respecto a la disminución del coeficiente de inteligencia en la población mundial desde 1975. Los estudios más avanzados en ese sentido están en Europa, donde se habla de una disminución de un 12% por debajo de la inteligencia promedio (CI 85 – 99). Los métodos de evaluación del coeficiente de inteligencia, CI, están cuestionados por no tener la misma validez para aquellos países que para los de este lado del mundo, empezando porque una de las variables es la diferencia de los enfoques educativos. Ya está claro que no es algo genético.

Este satélite dando vueltas en mi cabeza se debe al malestar que me produce el escuchar y analizar la expresión verbal de niños y adolescentes en la consulta, una sensación de vacío al no encontrar sustancia en lo que dicen, como si faltara algo. La medicina obliga a la observación del lenguaje corporal y la psiquiatría al análisis del discurso.

Con frecuencia parece haber una disociación entre lo que expresan y la gestualidad, en la mayoría de casos con un aplanamiento afectivo, casi inexpresivo, como si las palabras no encontraran respuesta en la expresión corporal.

El análisis del discurso muestra dificultades en la sintaxis, es decir, la forma en que se organizan las palabras para formar oraciones coherentes. Me refiero a niños y adolescentes, quienes construyen sus frases con el mínimo de estructura para hacerse entender, pero sin la fluidez según la edad. Este es el punto en que el interlocutor se queda esperando algo más de ese discurso.

Así mismo, ocurre con la semántica, vale decir, el significado de las palabras y las expresiones, lo que representan y cómo transmiten información. Este punto es crítico y demuestra cómo se puede dar otro significado a las palabras al naturalizarlas con el uso cotidiano: ¿Cómo te llamas? Marica, yo me llamo fulano de tal. ¿Cuántos años tienes? Marica, tengo tantos años. ¿Dónde estudias? Marica, estudio en tal colegio. Y así, ad infinitum. Las mujeres se expresan igual.

No puedo decir que esto representa una disminución del CI en nuestro patio, pero es innegable que se trata de una forma de hablar utilizando una coletilla que los y las lleva a una estereotipia verbal de respuestas automáticas que no permiten el desarrollo y la fluidez del discurso, según edad.

Mi preocupación es a presente y a futuro. La máquina está aquí y está ganado terreno en cada aspecto de nuestras vidas, mientras nosotros reguetoneamos cada vez más nuestro verbo en una muestra de deterioro cognitivo por un uso no adecuado del idioma de los de este lado.

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