La mayoría de las noticias sobre la crisis del sistema de salud en Colombia están relacionadas con aspectos económicos, casos de corrupción o disputas judiciales. Sorprende el que se deje en un segundo plano el impacto real en la población, mientras presenciamos, casi inadvertidamente, la progresiva erosión de lo que muchos consideran el mayor logro social en la historia del país.

La pérdida de confianza en el ente regulador, la falta de consenso entre los actores del sistema y la creciente desesperanza de los usuarios han puesto en evidencia situaciones alarmantes. Un claro ejemplo es la llamada ansiedad por las exploraciones, un término que describe el temor y la inquietud que muchos pacientes experimentan antes, durante y después de someterse a exámenes médicos, ya sea en laboratorios o en centros de diagnóstico por imágenes. Si bien estas pruebas se realizan, en su mayoría, para la detección y el seguimiento de diversas enfermedades, especialmente en el cáncer, la espera para efectuarlas y conocer los resultados puede generar una carga emocional significativa.

Pensemos en una mujer barranquillera que superó un cáncer de mama. Cada seis meses debe realizarse una mamografía de control. Aunque sus médicos le aseguran que todo está bien, en los días previos al examen, una inquietud se apodera de ella. Duerme mal, su optimismo se debilita y el miedo a una posible recaída aparece. Esta experiencia, común entre muchos sobrevivientes de enfermedades oncológicas, ilustra perfectamente la ansiedad por las exploraciones.

Sin embargo, esta angustia no afecta únicamente a quienes han padecido cáncer. Cualquier persona que se haya sometido a pruebas médicas periódicas por enfermedades potencialmente graves ha experimentado este tipo de ansiedad. El temor a un diagnóstico adverso, el recuerdo de experiencias médicas difíciles o, simplemente, la incertidumbre pueden desencadenar estos sentimientos. El estrés generado por la espera de una cita o del resultado de una prueba diagnóstica no solo impacta la calidad de vida, sino que, en algunos casos, puede agravar condiciones de salud preexistentes.

En Colombia, la duda frente a la continuidad de las EPS y la posible reestructuración del sistema de salud han generado una creciente sensación de desprotección que genera ansiedad, especialmente en pacientes con enfermedades que requieren controles frecuentes. Al mismo tiempo, los prestadores de servicios médicos ven que sus carteras se vuelven cada vez más difíciles de recuperar. Como consecuencia, las citas para exámenes que no se pagan de manera particular están siendo postergadas de forma inaceptable, y la disponibilidad de cupos para estudios diagnósticos o de seguimiento se agota con una rapidez alarmante.

Más allá de los problemas financieros del sistema, la crisis afecta directamente la salud física y mental de los pacientes. Las trabas en el acceso a la atención médica generan un sufrimiento silencioso que no puede ser ignorado. La ansiedad por las exploraciones es solo uno de los múltiples efectos colaterales que los colombianos comenzamos a padecer. Por ello, es fundamental que pacientes y familias alcemos la voz, exijamos respuestas y defendamos nuestro derecho a una atención efectiva, oportuna y de calidad. Solo mediante la denuncia y la participación activa lograremos presionar para que se implementen soluciones que prioricen el bienestar de los usuarios sobre los intereses políticos y electorales.

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