No creo que Nietzsche estuviese pensando en nuestra ciudad cuando exploró la idea del eterno retorno, esa que afirma que los acontecimientos de la vida se repiten cíclicamente de manera infinita, pero bien podría haberlo hecho.

Vivimos con tanta reiteración ciertas situaciones que quizá es una buena estrategia acudir a conceptos existenciales para lograr comprenderlas. Tales divagaciones fueron provocadas por una noticia que registraba, nuevamente, la compleja situación que todavía enfrenta el manejo y mantenimiento del nuevo Puente Pumarejo, aquejado desde hace varios meses por deficiencias en su iluminación.

Hoy, más o menos la mitad del puente está a oscuras. Según parece —porque nada está del todo claro— las responsabilidades sobre el puente recaen en proporciones equivalentes sobre el Distrito de Barranquilla y el municipio de Sitionuevo, en jurisdicción del departamento del Magdalena.

Dejando de lado las importantes diferencias entre las capacidades administrativas de ambos entes territoriales —que debieron alertar sobre la inconveniencia del absurdo esquema— el resultado era previsible: una desarticulación en las actuaciones sobre la estructura que propicia deterioros evitables.

En febrero de 2020, recién inaugurada la obra, se convocaron unas apuradas reuniones para establecer quién era su responsable. En octubre de ese año, tras una ola de robos y vandalismo, se celebraron unas «mesas técnicas» para volver a hablar de lo mismo, y creo que la decisión en ese momento fue instalar unas cámaras de seguridad.

Luego se mencionó la idea de establecer una «gerencia conjunta», sobre la que no hubo mayores noticias. De vez en cuando resurge la preocupación por el viejo puente, y lo último que sabemos es que se iba a organizar una especie de colecta para financiar su demolición.

Ahora lo que sucede es que, al parecer y para sorpresa de nadie, Sitionuevo no tiene los recursos para encargarse de su mitad del puente. ¿Hasta cuándo seguiremos con las improvisaciones? ¿Alguien puede comprender que una inversión de más de 800.000 millones de pesos se maneje de esa forma? Qué manera de jugar con nuestra plata.

Hay que repetirlo: una de las tantas diferencias entre los países que consideramos desarrollados y los que no lo son, es que los primeros comprenden la importancia del mantenimiento de su infraestructura, mientras los últimos se enfocan desproporcionadamente en construirla, ignorando lo demás.

Por eso, el rocambolesco caso de los «puentes Pumarejo», con sus descuidos y torpezas, podría servir para ilustrar una definición de subdesarrollo.

moreno.slagter@yahoo.com