Usualmente, cuando se habla de brechas de género e inequidad, se piensan en sectores altamente tradicionales: minería, política, construcción, deportes e, incluso, finanzas; rara vez se asocia el tema con el acceso a las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC). Sin embargo, esta no solo es una realidad vigente, es una problemática con inmensas implicaciones económicas para los países que están en vía de desarrollo, como Colombia.
De acuerdo con datos de ONU Mujeres, la exclusión de este género del ecosistema digital le cuesta a los países de ingresos bajos y medios cerca de US$1 billón de su producto interno bruto. En países de condiciones socioeconómicas similares al nuestro, pese a que el 76% de la población tiene cobertura de banda ancha móvil, solo el 25% está en línea y, de este, los hombres tienen más de la mitad de las chances de encontrarse en dicho segmento.
En materia laboral, para las mujeres que optan entrar al mundo tecnológico, la situación no es diferente: brecha salarial, que alcanza el 21%; tasas de promoción inferiores, se habla de que 52 mujeres ascienden por cada 100 hombres; 48% afirma haber sufrido de acoso en su lugar de trabajo, y 22% reconoce haber contemplado la posibilidad de renunciar debido al trato recibido al interior de la industria.
Todo lo anterior, sin dejar de lado el vertiginoso ritmo con el que avanzan innovaciones como la inteligencia artificial (AI), el machine learning, la realidad aumentada y el análisis predictivo; que, pese al enorme salto tecnológico que representan y las oportunidades que abren para la humanidad, aumentan la brecha existente entre quienes están en capacidad de aprovecharlas y quienes no tienen los medios para hacerlo.
Por esta razón, la próxima vez que escuche hablar de iniciativas e inversiones en pro me mejorar la conectividad (especialmente en zonas rurales y de bajos ingresos), formar y desarrollar capacidades, desarrollar alianzas con empresas del sector, fortalecer la ciberseguridad o de transformación digital, reconozca su importancia para la reducción de inequidades y la paridad de género.
Apostar por una ciudadanía cada vez más cercana al universo digital, antes de ser un asunto de competitividad, eficiencia o lucro, es una causa con implicaciones directas en la calidad de vida y el bienestar. Más mujeres empoderadas en esta rama, capacitadas para las exigencias de la economía digital, y con condiciones más equitativas, es una responsabilidad y un deber que tenemos todos aquellos que trabajamos en la cartera TIC.
* Secretario TIC del Atlántico