Debo reconocer que me sentí como un verdadero ignorante cuando me explicaron lo que había sucedido en el show del intermedio en el Súper Bowl 59 que acaba de jugarse en New Orleans, Estados Unidos, entre los equipos Chiefs de Kansas City versus Eagles de Philadelphia.
Lo primero que veo como explicación es que se trata de lo más esperado dentro de la celebración del Súper Tazón, el espectáculo en el intermedio del partido por el que ha pasado cualquier cantidad de celebridades de la música; así que yo, como cualquier corroncho que se respete, estaba esperando sorprenderme con el show que iban a presentar. Pero, sale un rapero de cuya existencia me enteré ese día, Kendrick Lamar, con un grupo de bailarines en un swing suave, sin movimientos agresivos, que no me conectó de entrada y me fue bajando el entusiasmo, al punto de pasarme por la cabeza la idea de hacerme un café, mientras interpretaba el papel de Samuel L. Jackson, un afroamericano, vestido a lo Tío Sam.
Lo segundo, es que se me está olvidando el inglés y está en el nivel que mi segunda madre, Celia Cruz, describiría como My english is not very good looking. Así que, tampoco me conecté con el rapero por esa vía, por lo que me perdí de lo más importante que sucedió en el juego: el enfrentamiento político al presidente Donald Trump, quien estaba en el estadio, con un simbolismo que pasó desapercibido para la gran mayoría de espectadores que estaban en mi misma condición.
Resulta que, en lugar de ver a los bailarines fajados para compensar lo auditivo con lo visual, estos estaban en algo mucho más complejo, representaban la bandera de los Estados Unidos partida por la mitad como un símbolo de la polarización que se vive en el país, mientras el coro repetía Sit down, be humble. “Siéntate, sé humilde”. Bien claro y directo el mensaje.
Y luego lanzó una consigna: “La revolución está a punto de ser televisada. Escogieron el momento correcto, pero al hombre equivocado”. Lo cual es, en sí, una confrontación cara a cara con el presidente del país en el evento más visto en el año por millones de televidentes en el mundo. Las cámaras muestran a un Trump inexpresivo.
Esto hace parte, también me estoy enterando, de una especie de “resistencia” llevada a cabo por personas como estos artistas en la lucha por los derechos civiles en ese país, una lucha que se inicia en 1955 en el boicot de los autobuses de Montgomery y tiene un clímax en 1968 con el asesinato de Martin Luther King y sirvió para terminar la discriminación contra los afroamericanos. Hoy es otra cosa.
Prometo mejorar mi inglés para el Súper Bowl 60 el próximo año.