Difícil un espectáculo más ignominioso que el del pasado consejo de ministros de Gustavo Petro, en el que controvirtieron Petro, Benedetti y Laura Sarabia con Francia Márquez, Susana Muhammad, Jorge Rojas, Gustavo Bolívar, Alexander López y Augusto Rodríguez, quienes objetaron que Petro les impusiera a Benedetti de jefe.
La controversia reeditó la de noviembre de 2024, cuando el consejo de ministros no se realizó por protesta de sus miembros al contubernio de Petro y Sarabia para traer a Benedetti de la embajada en Roma y nombrarlo en la Casa de Nariño como brazo derecho del primer mandatario y jefe de los altos funcionarios del Gobierno.
El martes pasado, Petro insistió en empoderar a Benedetti y a Sarabia por encima del antiguo petrismo, al que además ha venido maltratando con tono autoritario mientras que, en contraste, es tan considerado con la derecha petrista abierta.
La persistencia de Petro en hacer combo con Benedetti y Sarabia –quien fuera empleada de menor nivel de Benedetti en el Senado– tiene una explicación con causas graves, gravísimas.
Cuando Nicolás Petro, el hijo de Gustavo, confesó ante la Fiscalía su corrupción para ayudar a financiar la campaña presidencial de su padre, señaló la gran cercanía entre Laura Sarabia y el muy adinerado barranquillero Euclides Torres, también fuerte financista de Benedetti.
Tanta, que Nicolás dijo: “Desconozco si Euclides le pidió al presidente nombrar a Laura en el cargo en el que estaba, pero, sin duda, Laura aprovechó ese cargo para ayudar al señor Euclides (…) Laura sabía de todos los movimientos de los recursos, de cómo se financió la campaña en el Caribe, de todos los aportes que dio el señor Euclides”.
Ante su falta de méritos en la política y en la administración pública, este contubernio debe ser la única explicación del vertiginoso ascenso de Sarabia en la estructura de poder del petrismo.
Y se sabe que los contratos de Euclides Torres con el gobierno de Petro, al finalizar 2023, ya sumaban 255.000 millones de pesos, incluidos 75.000 millones en el negocio clientelista de la pésima salud que están recibiendo el magisterio y sus familias.
Al sentirse maltratado por Petro y por Saravia, Benedetti los amenazó a los dos echándoles en cara “las cien reuniones” y “los 15.000 millones de pesos” que les consiguió. “Es más, Laura, si no es por mí no ganan (…) lo que te voy a decir no es una amenaza”, pero le recordó que “ahí nos caemos todos”. Y agregó: “Perdón, Laura, pero es que uno también explota (…) Yo fui el que organicé todos los votos, hijueputa, en la costa (…) sin que pusieran un peso (…) Con tanta mierda que yo sé (…) si ustedes me joden a mí yo los jodo a ustedes (…) en el momento que yo diga quién dio la plata aquí en la costa”. Y le recordó sus “excelentes relaciones con el Departamento de Estado” –de Estados Unidos– “y con la DEA también”. Boleteada plena.
En otro país menos descompuesto, con tanto político adicto a la mermelada de la Casa de Nariño y tantos rabos de paja, Petro no hubiera ratificado a Benedetti o, desde noviembre, se habría rebelado la cúpula petrista, en contraste, cada vez más acomodada al neoliberalismo de Petro y a la abyección de Gustavo Bolívar.