La popular expresión “Todos los caminos conducen a Roma” es conocida en varios idiomas. Se originó en el imperio romano, ya que su vasta red de vías, más de 400 con 70.000 kilómetros cuadrados, conectaba la capital con las provincias, asegurando su control y destacando a Roma como centro del mundo. Hoy se usa para transmitir que diferentes enfoques pueden llevar al mismo resultado.

En la columna anterior mencioné la salida de bancos de la Net Zero Banking Alliance (NZBA). Llegó el turno de las aseguradoras, pues el colapso de la Net Zero Insurance Alliance (NZIA) refleja la tensión entre objetivos ambientales y las presiones legales, políticas y comerciales. Creada para alinearse con los objetivos climáticos de París, se desmoronó en 2024 por el éxodo de grandes jugadores como Swiss Re, Munich Re y Zurich Insurance. Aludieron riesgos asociados con leyes antimonopolio de EE. UU., agravados por la presión política hacia las iniciativas ambientales que ponen en la picota a todo aquel relacionado con los proscritos combustibles fósiles. Percibir la alianza como amenaza para su desempeño integral, llevó a las aseguradoras al dilema de aferrarse a ella y enfrentar los riesgos mencionados o escapar de la misma. Estas compañías tienen un rol directo en la transición energética ya que, al cubrir riesgos, determinan qué sectores económicos podrían operar en el entorno del cambio climático. Difícil, porque un compromiso de la alianza era no asegurar proyectos ligados con fósiles y no es un secreto la agresiva política de inversión que el presidente Trump ha anunciado en este sector. Asegurar los proyectos estará supeditado ahora a las políticas de cada aseguradora, no hacerlo implicaría renunciar a ingresos porque la competencia está ávida por atenderlos. Si bien dicen seguir apoyando la transición, sus decisiones dependerán del equilibrio entre la urgencia climática y la competitividad comercial. Sin seguros para la energía de hoy no habrá transición a las energías de mañana, pero la regulación, que parecía impulsar lo verde, asfixia ahora a algunos sectores y las empresas están atrapadas entre expectativas de accionistas, exigencias regulatorias y la opinión pública. Lo mismo pasa con los presidentes de países: apostarle todo al cuidado del clima, sin un plan de respaldo, serio y justo, afectará a la población y a la economía, más cuando el entorno global está cada día menos alineado con prioridades climáticas.

Si el esfuerzo para la meta de cero emisiones netas implica perder posición frente a los competidores, disminuir utilidades, afectar el precio de la acción y poner en riesgo la sostenibilidad de las empresas, todos los caminos conducirán a Roma: el cisma en alianzas que autoimponían restricciones y costos para atender a importantes clientes.

@achille1964