Las recientes administraciones distritales merecen un justo reconocimiento: en Barranquilla no se ha impuesto, por ahora, la inútil estrategia del «pico y placa» a los vehículos particulares. El asunto no es menor, dado que la medida parece ser muy tentadora para los alcaldes colombianos, que en varias ciudades han optado por implementarla. Desde luego, en esas ciudades nada ha mejorado. Por el contrario, aquellas que han caído en esa trampa, además de fastidiar a sus habitantes, se encuentran ahora en peores condiciones, con más vehículos circulando, más congestión, mayor contaminación y pocas esperanzas de alivio.

Por alguna razón, durante los últimos días el tema ha vuelto a ponerse sobre la mesa, propiciando algunas discusiones locales sobre su conveniencia. Por ello, considero prudente recordar algunos conceptos que he expuesto anteriormente y que siguen siendo vigentes.

Para que la movilidad funcione en niveles aceptables es fundamental contar con una oferta diversa. Esto quiere decir que se deben construir, poner en funcionamiento y mantener espacios y sistemas confiables y seguros para el vehículo particular, para el transporte público, para el ciclista y para el peatón. Actualmente las mejores condiciones están dispuestas para el vehículo particular, siendo notables las carencias en los demás componentes. Por eso, quien puede hacerlo se comprará un carro o una moto en cuanto tenga la posibilidad. Así, más que educar y motivar a los ciudadanos a desplazarse de una manera más sostenible, las restricciones a la circulación los someten a la indignidad. Recordemos que el «pico y placa» afecta especialmente a quienes no tienen medios para comprar más vehículos, o para pasarse a un híbrido.

Lo que se necesita, para empezar, son al menos dos cosas: una política decidida, comprometida, seria y sostenible para mejorar el transporte público, y una reeducación urgente para los conductores que, con sus imprudencias y malas prácticas, agravan significativamente la situación. En el futuro se podría considerar un cargo por congestión limitado a unas zonas específicas, una estrategia más justa que, además, podría generar ingresos para fortalecer el transporte público.

Lo ideal no es restringir el uso del carro, sino hacer que el transporte público, la bicicleta y caminar sean opciones tan eficientes, seguras y atractivas que la gente las prefiera por convicción y no por obligación. Forzar un «pico y placa» es aplazar las soluciones. Confío en el criterio pragmático del alcalde para que los barranquilleros no tengamos que sufrir las consecuencias de una medida tan torpe.