El 17 de enero de 2019 el ELN asesinó con un carro bomba a más de 20 cadetes en la Escuela de la Policía General Santander en Bogotá. Como consecuencia de esa acción terrorista, el gobierno del presidente Iván Duque suspendió los diálogos de paz con el ELN aduciendo su carencia de voluntad de paz. El entonces senador Gustavo Petro arremetió contra la medida sosteniendo que no se lograba la paz con el ELN porque el gobierno había renunciado a la herramienta del diálogo y agregó que un eventual gobierno suyo en tres meses alcanzaría la paz con el ELN. Irónicamente el 17 de enero de 2025, después de sumar otro gran número de muertos por el despiadado accionar del ELN en el Catatumbo, el ahora presidente Petro anunció ese mismo día la suspensión del proceso de diálogo con el ELN porque: “...el ELN no tiene ninguna voluntad de paz.”
Hay otra ironía. A mediados del 2021, ante los desmanes concertados en varias ciudades, bautizados convenientemente por sus simpatizantes como “estallido social”, el presidente Duque anunció que recurriría a la conmoción interior; y el senador Petro volvió a despacharse en contra: “Tengan la seguridad que los incendiarios buscarán la excusa para decretar la conmoción interior”. “El gobierno en su deriva dictatorial se apresta a decretar la conmoción interior. Mi rechazo total a ese camino.” El presidente Petro decretó la conmoción interior, a raíz del colapso de la presencia militar en el Catatumbo ante la arremetida del ELN por el control del territorio con otros grupos narcotraficantes y de minería ilegal.
En ambos casos es el Petro presidente el que tiene razón, no el senador. El “poder de la silla” llaman a deberes que parecen amarrados al solio presidencial. El “estado de gracia” del ELN es una mesa de negociación con el gobierno nacional: consiguen que el fuego estatal amaine, hacen política, adquieren audiencia internacional, se suspenden órdenes de captura, se les exime la intención de desarmarse y desgastan a punta de muertos la paciencia del gobierno de turno hasta la suspensión que siempre llega.
Sin embargo, esta vez el uso de la conmoción para recuperar el control del territorio surge luego de auto infligirse la pérdida de 100 generales, la limitación del accionar de la tropa, su desmoralización y la connivencia con Venezuela. Nos recuerda un dictum del derecho romano Nemo propriam turpitudinem allegans potest. Nadie puede alegar a su favor su propia torpeza o culpa. ¿Qué dirá la corte?