Tal como lo manifestamos en nuestra columna de enero 7 del presente, existe una grosera contradicción entre lo indicado en el artículo 107 de la Constitución Política y el inciso segundo del artículo 2º de la Ley 1475 de 2011 con el texto del parágrafo 2º del artículo 29 de esta norma, lo cual ha generado todo un despelote de interpretaciones por parte de los funcionarios encargados de administrar justicia procesando la información según su leal saber y entender, la gran mayoría aplicando el principio de la buena fe, la sana crítica y otras herramientas del Derecho en procura de una justicia transparente. Otros, con cierto sabor amargo y unas cosquillas intelectuales que golpean la democracia colombiana.

En efecto, el parágrafo 2º del artículo 29 de la Ley 1475 de 2011, dice: “La suscripción del acuerdo de coalición tiene carácter vinculante y por tanto, los partidos y movimientos políticos y sus directivos, y los promotores de los grupos significativos de ciudadanos no podrán inscribir, ni apoyar candidato distinto al que fue designado por la coalición”. Esta norma deja sin efectos lo absurdamente indicado en el inciso segundo del artículo 2º de la Ley 1475 de 2011, pues la interpretación equivocada del Consejo de Estado no sólo lesiona los intereses del candidato demandado sino también del elector desprevenido a quien se le viola el principio de confianza legítima, pues en ninguna parte de esa norma, dice que sólo puede recibir o dar apoyo de quienes inicialmente inscribieron su candidatura.

Esta tesis obligaría a los partidos políticos a no suscribir Acuerdos o alianzas sino pactos secretos por debajo de la mesa y quien se deje “pillar” se lo llevó el diablo. La conducta prohibida adoptada por el Consejo de Estado exige que el gobierno nacional presente con urgencia un proyecto de interpretación por parte del Congreso de la República sobre la norma en comento, precisando su alcance y acabando con este desorden en materia electoral, que se presta para actos dañinos en deterioro de la buena imagen de la administración de justicia. El otro camino sería acudir ante la CIDH en Washington.

Mientras tanto, allá en “La placita de los perros” de Macondo, el candidato a la alcaldía en el acto de cierre de su campaña electoral, ante miles de emocionados electores en una decisión filosófica dijo: “Suave que no resisto tanto cariño. Voten por mí. Los demás que se defiendan con las señas de un tartamudo o el mejor lenguaje kinestésico”. La parranda duró ocho días.

@FcuelloDuarte