Aún hoy, 13 de enero, en buena hora, continuamos, con alegría, deseándoles a propios y extraños un feliz año nuevo, ya que el pasado 31, a las doce de la noche, dimos por terminado el 2024, con el convencimiento —más bien, la ilusión—, de que la incertidumbre, los problemas y las limitaciones que nos acompañaron en dicha anualidad llegaron a su fin. Pero ello no se da por espontaneidad y motu proprio, es necesario promover cambios en nuestra actitud, disposición, temple, carácter, talante, humor y conducta, y, por ende, en nuestro proceder y acciones. No hay manera de cambiar nuestra realidad haciendo lo mismo y de la misma forma.
En estas primeras dos semanas del año, la realidad continúa agitada, más bien sacudida, por la tensión política, el alto costo de la vida, el desasosiego, la avalancha de pronósticos pesimistas inmersos en la desesperanza y el derrotismo que nos ciegan y solo nos permiten observar lo negativo y complejo para conducirnos al fatalismo y a la resignación.
Se empeora la situación si nos dejamos llevar por el individualismo y el materialismo que nos sumergen en el egoísmo, la vanidad, la apariencia frívola, el arribismo, la insolidaridad y la fartedad.
Es necesario actuar y promover cambios propositivos que nos permitan superar el continuismo y la pasividad inercial, movernos de la zona de confort hacia la acción y la innovación, que nos abran nuevos espacios de crecimiento en valores humanos, en lo espiritual, en el relacionamiento interpersonal y, por supuesto, en la salud y el bienestar. Nuestro entorno está lleno de oportunidades y gente buena, debemos buscarlas, ubicarlas y enraizarnos en ellas.
La familia, la empresa donde se trabaja y la sociedad en general son como un inmenso edificio en donde cada ladrillo sostiene y se sustenta en otro, logrando su grandeza a través del apoyo mutuo. No somos llaneros solitarios, debemos ser hilos entretejidos formando una cobija dispuesta a dar calor, amor, amistad y solidaridad.
En este 2025, con optimismo, luchemos por nuestra salud y felicidad y por los sueños y anhelos, esos que, bajo el augurio de las doce uvas, la ropa interior amarilla y la caminata con maleta, nos comprometimos a concretar. Arropémonos de bondad, generosidad y empatía. Asumamos la vida con sensibilidad, gratitud, humildad, prudencia, respeto, responsabilidad, moralidad, tolerancia, armonía, altruismo y amor, ya que, como dice la canción escrita por el argentino Alberto Castillo, “año nuevo, vida nueva, más alegres los días serán; año nuevo, vida nueva, con salud y con prosperidad”.
¡Feliz año nuevo!
@Rector_Unisimon