Mucha tristeza me causa escuchar en reuniones de empresarios los planes de transformación digital impulsados por la reforma laboral.
Si bien la transformación digital en Colombia será una realidad inevitable, no necesariamente significará un triunfo sin consecuencias. La automatización, impulsada tanto por avances tecnológicos como por la necesidad de las empresas de reducir costos ante los altos estándares de la reforma laboral, se perfila como una solución eficiente para las compañías. Sin embargo, lo que promete ser un salto hacia el futuro puede convertirse en un preocupante retroceso social.
Ya lo estamos sintiendo. Los supermercados cada vez tienen menos operarios en las cajas, sustituidos por cabinas de auto pago. En los restaurantes, las pantallas táctiles y los sistemas de auto pedido están reduciendo significativamente la presencia de meseros. Las estaciones de servicio, que durante décadas han dependido de los “bomberos”, se irán convirtiendo en surtidores autogestionados. Es una tendencia que, aunque eficiente, plantea una preocupación inevitable: ¿qué pasará con las miles de personas que dependen de estos trabajos formales?
El problema no es solo la pérdida de empleos en sectores tradicionalmente intensivos en mano de obra, sino el riesgo de fomentar una economía más informal. En un país donde más del 50% de los trabajadores ya opera fuera del sistema formal, esta aceleración tecnológica podría agravar la precariedad laboral. Sin un crecimiento económico que genere empleos en otros sectores, la automatización no será un sinónimo de progreso, sino un recordatorio de las desigualdades existentes.
La tecnología, por supuesto, trae beneficios. Pero también, desplaza a quienes no tienen las herramientas para adaptarse a un mercado laboral cada vez más digital.
El reto para Colombia estará en cómo responder a esta transformación. Si los planes del gobierno no logran dinamizar la economía y fomentar la capacitación tecnológica, las predicciones de los analistas sobre un aumento del informalismo laboral podrían convertirse en una dolorosa realidad.
La transformación digital no puede ser un fin en sí misma. Debe ser parte de una estrategia más amplia que priorice la inclusión y el bienestar social. Porque, aunque el avance tecnológico es inevitable, no podemos permitir que el futuro digital de unos pocos sea construido sobre el sacrificio de tantos. El 2025 será un año de decisiones: o abrazamos una transformación responsable, o nos enfrentamos a las consecuencias de un progreso desigual.
@eortegadelrio