Siempre habrá personas envidiosas a nuestro alrededor. Son individuos inseguros, cargados de frustración y miedos, que desean lo que poseemos o aspiran a ser como nosotros. Algunos de ellos son exitosos pero no disfrutan lo que tienen, fijando su atención en las pequeñas posesiones de otros, como el Rey Ajab con la viña de Nabot (1 Reyes 21,1-29). Otros, en cambio, han desperdiciado las oportunidades de la vida y, desde su frustración, encuentran sentido a su existencia deseando lo ajeno.
Estas personas existen, y no podemos evitarlo, pero sí podemos controlar cómo reaccionamos ante sus estímulos. Desde mi búsqueda espiritual, identifico cuatro actitudes concretas para enfrentar el desafío que plantean en la vida diaria:
1. La envidia es su problema, no el tuyo: No te tomes su actitud como algo personal. La envidia refleja sus miedos, inseguridades y frustraciones. Concéntrate en tu propio proyecto de vida y trabaja en mantener una autoestima equilibrada que te permita actuar con integridad, sin imitar sus comportamientos, ni dañar a nadie.
2. Sé claro con ellos: Comunica de manera respetuosa qué actitudes o comentarios te incomodan y establece límites claros. No se trata de pelear o agredir, sino de dejar en evidencia cuáles son tus líneas rojas y las consecuencias de cruzarlas. Que sepan que no estás dispuesto a soportarlo todo.
3. Cuida lo que compartes: No necesitas presumir tus logros o éxitos. Evita actitudes que alimenten la atención innecesaria, y celebra tus triunfos con quienes realmente te aman y valoran. No seas “espantajopo”. Así como hay envidiosos, también existen personas que gozan genuinamente de tus logros, gózalos con ellas y deja que sus buenas actitudes te hagan crecer. Mantente enfocado en tus metas, sabiendo que tu éxito depende en gran medida de tu propio esfuerzo.
4. Toma distancia si es necesario. Si la relación con estas personas se vuelve insoportable, no temas alejarte. No estás obligado a soportar actitudes tóxicas, incluso si provienen de familiares. El bienestar personal debe prevalecer sobre cualquier lazo de consanguinidad. Limita el tiempo que compartes con ellos o corta el contacto si es necesario. A veces hemos sobrevalorado, de manera primitiva, el vínculo familiar hasta llegar a un grado de estoicismo que puede ser manifestación de insania.
Me preocupa que la experiencia espiritual se vuelva una razón para sufrir al lado de los envidiosos. Creo que aunque ella nos lleva a desear lo mejor para ellos, no significa que nos aliente a permitir que sus actitudes nos afecten. Quien trasciende emocionalmente sabe cómo orar por ellos, pero también cómo protegerse y mantenerse firme.
@Plinero