Tolima se adueña de la pelota y con una gran técnica colectiva organiza, domina y se defiende. Acompaña ese cadencioso y estético andar con una solidaria y enérgica actitud para la recuperación. Su estilo es una versión en plural de las virtudes de sus dos guías: Guzmán y Nieto. Su gol es producto de su dominio, pero le demanda generar muchísimas opciones. Su definición ha sido inferior a su superioridad. En la primera vuelta le alcanzó para liderar el grupo, pero en la segunda perdió dos partidos, reabrió alguna duda de su carácter en las instancias finales y ahora, en esta última fecha y en casa, solo le sirve derrotar al Once Caldas y esperar que Junior no pueda vencer al América o, si lo logra, que sea por una diferencia menor a la que él consiga ante su rival.
Once Caldas hace de su austeridad futbolística, su fortaleza. Como no le sobra el talento y el virtuosismo con el balón, se refugia en el orden y la contribución de todos. Con eso le alcanzó para no perder con ninguno de sus tres rivales que tienen mejor nómina en la primera vuelta, y luego obtuvo dos victorias ante América y Junior en la segunda. En ambas, con sobresaltos defensivos, pero siempre con un gran entusiasmo y convicción. Sin perder la esperanza de lograr algo más, confiando en la anárquica, pero emocionante persistencia, agudeza y pragmatismo de las definiciones del inacabable Dayro y las veloces y desequilibrantes aventuras de Barrios y Zapata. Con un buen arquero, James Aguirre, y una dirección sin aspavientos y poses de sabio del fútbol de Hernán Darío Herrera, su técnico. El empate en Ibagué lo pone en la final, si el Junior no le anota cinco goles al América. Tal vez, un objetivo impensado al inicio de la temporada.
Junior, protagonista como siempre, e irregular en su juego como siempre, como en todo el semestre. Sin un funcionamiento colectivo definido e inconstante, pero con individualidades capaces de resolver situaciones a favor. Con esas mismas unidades llenas de altibajos como siempre, pero con la misma motivación en las finales como siempre. Con mejoras notables en singular: Zalazar, Olivera, Chará. Con la regularidad y carácter de Mele y Didier, dueños de acciones ganadoras en situaciones límites. Con el entusiasmo de los laterales: Moreno y Navia. Con el ‘camaleónico’ estilo del entrenador, autor de modificaciones muchas veces sorpresivas para el resto. La ilusión quedó intacta después del empate in extremis ante Once Caldas, la desilusión apareció muy rápido al caer ante ese mismo equipo en Barranquilla, reapareció con el agónico triunfo ante el Tolima y, ahora, con la obligación de imponerse al América y esperar una combinación de resultados en Ibagué.