Hola, soy abogada en una empresa que brinda asesoría jurídica a mujeres. Todos los días hablo con mujeres que aprovechan el anonimato para abrir su corazón y contarme historias que muchas veces tienen implicaciones legales. Hoy dedico esta columna a Beatriz (nombres ficticios), cuya historia fue una mezcla única de tristeza y alegría. Ella tiene 27 años, al menos eso dice su cédula, la realidad es que la sabiduría con la que habla, corresponde a la de una mujer de 57 o más. Descubrió el amor en un inmigrante venezolano, la sal y dulce de caribe que traía con acento irresistible, la terminó enamorando y soñando con un futuro amoroso, alegre y esperanzador. Esa noche se tomó tal vez, un ron de más y como fruto de ello, 9 meses después nació su hijo, Sebastián, quien es, el verdadero amor de su vida.
Y comenzó el idilio, “compremos la cuna verde que es mi color favorito y la cobija blanca para que todo se bien bonito” decía el futuro padre. Sin embargo, desde que Beatriz vio a su hijo por primera vez, sintió el peso de la vida tan pronto conoció los ojos rasgados de su hijo que heredó del síndrome de Down con el que nació. Desde ahí comenzó el amor verdadero que hace justamente eso, amar, amar y amar. Así que Beatriz se convirtió desde entonces en la mamá de Sebastián, o Mmm, como él la llama. No pasó lo mismo con su padre, quien al conocer a su hijo, en vez de avivar la ilusión, cayó escondido en la negación. Varios años después aun no acepta la realidad de tener un niño de condición especial, sigue huyendo de sí mismo y ahora parece que esté viviendo en algún lugar de Bogotá.
Beatriz vive en la realidad de ir de terapia en terapia y de médico en médico. Ella vive en la necesidad de entender que es más prioritario un paquete de pañales que cualquier otra cosa. Su ex-pareja no sabemos qué prioridades tiene en su vida, pero su hijo y el supuesto amor de su vida, claramente no lo son. La psicología y la iglesia han ayudada a Beatriz a encontrar de nuevo el amor en ella misma pero aun así, necesita pagar montones de cosas. “Doctora yo la verdad vivo mejor sin él, sin sus quejas y sin sus amarguras, pero me hace falta el dinero para cuidar y comprar lo que mi hijo necesita.” Me dijo con una sonrisa generosa, y yo impulsada por la indignidad pensé en mil cosas y lo que hay que hacer para exigir que ese papá responda.
Aquí el paso a paso para Beatriz. Aunque parezca largo, tedioso y complejo, hay batallas que definitivamente hay que dar por defender las causas correctas.
- Acudir a una Comisaría de Familia o Centro de Conciliación: Solicita una audiencia para establecer una cuota alimentaria a favor del niño, presentando el registro civil de nacimiento como prueba de filiación.
- Asistir a la audiencia de conciliación: Si el padre acepta, se firma un acuerdo que establece el monto de la cuota alimentaria. Si no asiste o no hay acuerdo, se expide un acta de conciliación fallida.
- Interponer una demanda de alimentos: Presenta la demanda ante un juez de familia con el acta de conciliación fallida, el registro civil del niño y pruebas de las necesidades del menor.
- Cumplir con el proceso judicial: El juez evaluará las pruebas y fijará la cuota alimentaria basada en las necesidades del niño y la capacidad económica del padre.
- Denunciar inasistencia alimentaria: Si el padre no cumple con la sentencia, puedes presentar una denuncia penal por el delito de inasistencia alimentaria ante la Fiscalía, ya que es un delito contemplado en el Código Penal colombiano.
La única manera de romper estos círculos nocivos que llevan a la pobreza social, emocional y económica es diciendo no más y exigiendo el cumplimiento de la responsabilidad que cada padre tiene con su hijo. Ánimo Beatriz, que la vida es maravillosa aunque a veces duela, y duela mucho.
Carolina Solano