Cuando yo era niño, mi padre nos complacía en familia llevándonos a la familia en su viejo Studebaker (en una hora de trayecto) a bañarnos al Rodadero, aunque no nos salvaramos de terminar en la Quinta de Bolívar.

Hoy, después de pagar varios y costosos peajes en mi brioso Chysler, con una congestión vehicular como cualquier calle añuñía de la ciudad (me ha tocado perder hasta cuatro horas en el mismo trayecto).

La última vez que lo hice, con el disgusto y susto ( por lo peligroso y estrecho de la vía ), al llegar al puente Pumarejo me encontré a mi amigo Alejandro Pérez Bishof Chiquillo con su flamante BMW averiado en la vía.

Me detuve a ayudarlo. “Estos vehículos de alta gama estan hechos es para andar a altas velocidades”, me dijo un tanto molesto.

Decido entonces acompañarlo y esperar que el lujoso vehículo se refrescara. Pero, como Alejandro es especialista en tecnología, abre su celular de última gama y me enseña un video que acaba de recibir. Una ciudad intermedia de la China que acaba de inaugurar un tren de altas velocidades con más de 20 carriles. Nos miramos absortos porque un día estuvimos en ese país acompañando al entonces gobernador Carlos Rodado Noriega en una misión gubernamental, y regresamos de la nación más poblada del planeta descrestados por sus avances en lo referente a sus redes viales. Alejandro se torna un poco melancólico y triste (algo extraño en su personalidad), pero a decir verdad, no sé si por la panorámica, o por el percance de su vehículo.

De todas maneras, al ver a lo lejos nuestra gran ciudad iluminada y pujante con edificios más altos que los de Washington, Londres o París, con un dejo de angustia le digo: Alejo, en medio de esta oscuridad incierta, percibiendo el aroma nausebundo que exhala este bello río que hemos convertido en una alcantarilla del país, y a riesgo que nos coronen con una atracada y hasta nos tiren a las bravas corrientes del majestuoso Magdalena, inhóspito lugar donde los mosquitos tienen agujas de metal. Tratando de levantarle el ánimo le digo: No sé tú, pero a mí en las noches de insommio se me da por preguntarme: ¿Será que como sociedad estamos, como dirían los economistas, cumpliendo a cabalidad la meta de lograr un necesario acelerado crecimiento económico, pero paradójicamente alejado a lo que mi padre y sus amigos esbozaban en la Revista Desarrollo, como desarrollo integral?

Ignacio Consuegra Bolívar