Este titular no sé si plantea una falta a la moral, o una oportunidad laboral.

El domingo pasado pensé que se me había adelantado el día de los inocentes. Incluso llegué a sospechar un hackeo masivo de medios que replicaban un comunicado aparentemente falso del Servicio Nacional de Aprendizaje, SENA.

Pero mientras más investigaba, todo iba tornándose una moderna realidad universal. Mis preconceptos provincianos me hicieron pronunciar en voz alta un largo “No jodaaaaa”. Pero luego comencé a reflexionar.

Porque el comunicado no era una broma. El SENA actualizó el Acuerdo 009 de 2005, e hizo una homologación internacional de oficios y ocupaciones de la OIT (Organización Internacional del Trabajo). Que entre muchos tan llamativos como el que atañe a esta columna, serán considerados para las cuotas obligatorias de aprendices que deberán contratar las empresas que tengan como actividad estos servicios.

Pero más allá del juicio inicial, es crucial valorar sobre lo que realmente trae esta medida: iniciar el proceso de dignificar a quienes ejercen este oficio.

La prostitución ha existido desde siempre, y aunque es legal en muchos países, sigue siendo objeto de estigmatización. Se margina a quienes la practican negándoles derechos y empujándolos a los márgenes de la sociedad.

En países como Alemania o Nueva Zelanda, la prostitución está regulada, y quienes la ejercen tienen acceso a seguros de salud y protección laboral. En nuestro país, la formalización permitiría que quienes la ejercen no estén a merced de explotadores o redes de trata. Que pueden ejercer libremente, bajo controles y regulaciones, como cualquier otra profesión.

La medida del SENA no solo implica un cambio en cómo vemos la prostitución, sino también en cómo tratamos a quienes la practican. Se trata de reconocer que detrás de ese cuerpo hay una persona con derechos. Dejar de ver este oficio como algo inherentemente malo y comenzar a verlo por lo que es: una forma de trabajo que, como cualquier otra, debe ser protegida y regulada.

Es fácil criticar desde la comodidad del privilegio, pero la realidad de muchas personas es esa. Al brindar formación y estructura, estamos abriendo la puerta a una posibilidad más digna para quienes eligen –o se ven forzados– a ejercer esta actividad.

No será sencillo. El camino hacia la dignificación de este trabajo tiene detractores, pero si queremos una sociedad más justa, donde todos tengan acceso a derechos laborales básicos, debemos aceptar que el estigma no soluciona nada. La dignidad y el respeto son principios universales.

@eortegadelrio