La educación es el arma más poderosa con la que cuenta la sociedad para reducir la inequidad y facilitar la movilidad social. Es, además, requisito indispensable para el progreso de las naciones.

Sin excepción, la educación ha sido fundamental en todos los países que han logrado dar el salto para salir del subdesarrollo en los últimos cuarenta años. Por eso, es plausible el esfuerzo que se pretende hacer para facilitar el acceso gratuito a la educación superior.

Sin embargo y dado lo anterior, mueve a la reflexión la reciente noticia de que está cayendo el número de estudiantes en las universidades de manejo oficial, donde la matrícula es gratuita, mientras crece el número de estudiantes en las universidades de manejo privado, donde ésta no lo es.

Indudablemente, el tiempo necesario para graduarse es un factor de gran importancia económica para el estudiante. Aún para tomar la decisión de si se asiste a la universidad o no, el estudiante, particularmente en los estratos menos pudientes, debe tomar en cuenta por cuánto tiempo dejará de percibir los ingresos que obtendría si, en vez de estudiar, trabaja.

Otro factor que incide es el ingreso esperado al concluir la carrera. Los salarios de enganche son en promedio 30% inferiores para los egresados de las universidades estatales que para los de las privadas.

Esto hace que el estudiante de menores recursos, quien más necesita la matrícula gratuita, frecuentemente considere que no vale la pena no recibir salarios por cerca de ocho años para, al finalmente graduarse, recibir un ingreso que posiblemente no será muy superior al que tendría después de estar trabajando por ocho años.

Es posible que haya más causas para el fenómeno de la disminución en el número de estudiantes en las universidades estatales unida al aumento en el de los estudiantes en las universidades de manejo privado, pero las aquí mencionadas claramente señalan la necesidad de hacer disponible en las universidades privadas la matrícula gratuita para quienes realmente la requieran, a través de becas estatales o mecanismos similares.

Por una parte, es lógico aprovechar la capacidad instalada en las instituciones que hoy en día atienden el 46% de las necesidades de educación superior del país. Y por otra, es justo con los estudiantes de menores recursos permitirles aprovechar las ventajas en menores tiempos de estudio y mayores ingresos al enganche que en ellas lograrían.