El término megalópolis fue introducido por el geógrafo francés Jean Gottmann a principios de los años sesenta, al describir la extensa región urbana en la costa noreste de Estados Unidos que incluye ciudades como Boston, Nueva York, Filadelfia, Baltimore y Washington D.C. Una megalópolis es una aglomeración de áreas urbanas interconectadas que, aunque mantengan independencia política y administrativa, están integradas funcionalmente, compartiendo infraestructuras, redes de transporte y dinámicas económicas.

En la región Caribe colombiana existen las condiciones para conformar de manera natural una incipiente megalópolis, integrando con mayor decisión sus principales ciudades: Barranquilla, Santa Marta y Cartagena. La especialización económica de cada una podría crear sinergias que incentiven una mayor cooperación y planificación conjunta; sus zonas francas industriales, junto con el turismo de alto nivel, podrían complementar los sectores productivos de la región.

Algunos antecedentes ya identificaron ese potencial. Hace una década, la iniciativa del Diamante Caribe y Santanderes buscaba integrar varias ciudades estratégicas, facilitando su complementariedad y creando relaciones más cohesionadas. Lastimosamente ese plan no logró despegar. Probablemente la falta de coordinación entre gobiernos, la escasez de recursos, las rivalidades regionales y la falta de incentivos para la participación privada impidieron su consolidación.

Sin embargo, fomentar una mayor integración entre Barranquilla, Santa Marta y Cartagena continúa siendo aconsejable y no debería ser tan complejo. El punto de partida resulta obvio: lograr una mejor conectividad. El esfuerzo podría concentrarse en lograr buenas carreteras entre las tres ciudades, complementando adecuadamente las vías que ya tenemos, con dobles calzadas completas, cumpliendo con los estándares de seguridad apropiados, con mantenimientos programados, con cuidado al medio ambiente y con un correcto manejo de los accesos a las poblaciones intermedias. Así, el tiempo de desplazamiento entre Santa Marta y Cartagena podría recortarse entre 2 y 1.5 horas, las posibilidades de desarrollo se multiplicarían y sin duda surgirían dinámicas insospechadas. En ese escenario un aeropuerto regional cobraría sentido.

Las condiciones están servidas hace rato. Dependerá de nuestra dirigencia y de los liderazgos públicos y privados, que las tres ciudades más importantes del Caribe colombiano logren unir fuerzas. Sacar provecho de nuestra posición geográfica es una tarea pendiente que no conviene aplazar más, la megalópolis del Caribe es posible.

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