El país pensante, el país serio, el país que se acongoja observando y viviendo las angustias que producen la oleada de delitos que se cometen durante los dos últimos años, hoy día estupefactos hacemos interrogantes para solicitar un concepto, una opinión de quién debería estar liderando estas inquietudes y produciendo respuestas: el presidente Petro que es la cabeza del Estado y de quien todas las naciones espera un pronunciamiento, una opinión, la indicación de un camino a seguir, alguna decisión que nos dé un respiro, alguna actitud que nos entregue algo de tranquilidad. Pero nada. La corrupción continúa agigantada en el Estado, los delitos graves se multiplican como la justicia camina lerda, la fiscalía del país pensante la detecta parcialmente parcializada y nada sucede. Pareciera como si en el Palacio de Nariño se viviera en otro planeta.

Colombia necesitaría un grito de protesta del jefe máximo del líder del Estado. Jamás lo escuchamos. Y demoledores se crecen los de los despilfarros, los robos cínicos, los que una vez Kennedy tituló “la voracidad despiadada que mata dizque el hambre pero fortalece la ignominia”, en un discurso en el Capitolio al final de su mandato. Así aquí tenemos que los robos de la unidad de urgencias y desastres desde la compra de los famosos camiones hasta el soborno de congresistas ya va cuantificándose en 12 billones de pesos, pero de la presidencia no ha salido una sílaba condenatoria. Tímidamente si acaso alguna vez se escuchó con debilidad que “la justicia siga su curso”.

Igualmente, qué angustia mencionarlo, la denuncia del doctor López director Nacional de Planeación sobre el robo de las regalías de los últimos años, con nombres propios y en casos de identificación precisa en determinados departamentos, regalías que nunca llegaron a sus destinos sumando 238 contratos leoninos completando los 9 billones hurtados. Entonces nos preguntamos los colombianos pensantes ¿Dónde está la autoridad? ¿Dónde quedaron las promesas de cambio de un aspirante a presidente? ¿Qué cambio llegó? ¿Dónde está el líder que debe ayudar a pensar a su pueblo, ese pueblo que tanto elogia y colma de lisonjas pero que no recibe las regalías para mejorar el entorno de su vida?

Decenas de columnistas del país han escrito analizando, como voceros con intención de apoyar el camino hacia la claridad del país, sobre estos temas y otros mayores pero ni el peso de la moral y la ética de ellos, ni la del Congreso en su parte noble, han visto o presenciado respuesta o liderazgo de un presidente más pendiente de despertar odios que sancionar asaltos.