Tal vez ya he escrito un libro y no lo sé. Un libro fragmentado en dos centenares de entregas. El viernes trece de noviembre de 2020 fue publicada mi primera columna de opinión en EL HERALDO. Hoy, casi cuatro años después, este camino que he construido a base de letras y de realidad me enseña que, como bien dijo Richard North Patterson —el autor estadounidense que ejerció como abogado antes de convertir sus libros en best sellers—: «La escritura no es producto de la magia, sino de la perseverancia». Hoy puedo dar fe de ello: el fin de semana pasado completé ciento noventainueve... Con esta, llego a doscientas columnas.
Escribir opinión es el arte de desnudar el pensamiento. Pero no un pensamiento banal, sino uno justificado. Escribir opinión implica la compleja tarea de expresar ideas argumentadas. Quienes todas las semanas, sin pausa, se disponen a compartir su juicio sustentado y razonable en torno a esos hechos que invitan a la gente a hablar tienen la misión de transformar, mediados por la palabra, la percepción de los lectores que, ávidos de debate, en las páginas de los diarios no solo buscan informarse, sino también formarse para hacer frente a aquello que el mundo les permite ver y, en especial, a lo que no.
Doscientas columnas me han alcanzado para escribir sobre una gran variedad de temas; o más bien, una gran variedad de hechos. No en vano soy periodista. He escrito sobre lo que fue el pensamiento de los antiguos griegos, y lo que está en la cabeza de los sapiens de hoy. Sobre la muerte en Colombia como designio fatal de la violencia. Sobre la vejez, que todo ser vivo experimenta desde su nacimiento. Sobre el amor de madre y padre. Sobre la lengua, que no tiene sexo. Sobre los derechos humanos que se funden en el maremágnum de la injusticia. Sobre la política como danza entre lobos y ovejas… La realidad avasallante es lo suficientemente amplia como para seguir produciendo sucesos acerca de los cuales no solo podemos, sino que debemos escribir.
«Para mí, el mayor placer de la escritura no es el tema que se trate, sino la música que hacen las palabras». Esta frase de Truman Capote me recuerda por qué escribo. Independientemente del tema y del enfoque que tengan mis columnas, es esa música que hacen las palabras lo que más me motiva a exponer mi opinión, guiada por el compromiso irrebatible que hice aquel quince de diciembre en que me gradué como periodista. «Somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia, entonces, no es un acto. Es un hábito». Esta frase de Aristóteles confirma por qué, después de doscientas columnas, sigo siendo columnista.