La literatura del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina es un vibrante reflejo de la idiosincrasia y resiliencia de este paraíso diverso, el pedazo más plurilingüe de Colombia. Aunque a menudo pasa desapercibida en el panorama literario colombiano, las islas están repletas de voces que nos invitan a replantear el Caribe y a redescubrir la conexión entre la Colombia continental y esa Colombia insular que es “toda orilla”, con siete fronteras internacionales, pero sin barreras, sin fronteras, como reza el lema de Filsai 2024, Bitout Baada, en lengua creole.

La Feria Internacional del Libro de San Andrés, Providencia y Santa Catalina (Filsai) es crucial en el proceso de visibilización, siendo un puente entre estas dos Colombias y el Gran Caribe. Esta feria, que va del 18 al 22 de septiembre, no solo celebra la literatura, sino que también nos llama a escucharnos mutuamente en un mundo donde todos vamos a codazos para hablar, posicionar nuestro discurso, nuestro punto de vista, pero pocos se toman el tiempo de escuchar.  Es de admirar también que desde el año 2000 este proyecto siga resistiendo,  de manera que es la más antigua y consistente Feria del Libro de la región Caribe colombiana. Qué gran paradoja, con todas las letras que hemos producido y que dan esplendor a Colombia.

San Andrés tiene mucho que contar, historias de faenas en el mar, de piratas, de mezcla de culturas, de ritmo, desarraigo y arraigo, sol y sal. Como las que cuenta Hazel Robinson Abrahams, pionera literaria de la isla con sus ya famosas columnas en El Espectador,  su clásico No Give Up Man o Adel Christopher Livingston, poeta creole y autor del orgulloso poema ‘Dih Kriol Man’, recientemente recogido en la antología El último cocotero, editada por La Raya en el Ojo, editorial adscrita a la FILSAI que se ha dedicado a regalarnos verdaderas perlas literarias isleñas. Maríamatilde Rodríguez, alma de FILSAI desde su proyecto Mamaroja y Cristina Bendek son otras figuras clave de la narrativa isleña de resistencia con dignidad. Rodríguez, con su poemario desgarrador Los hijos del paisaje, aborda la dolorosa realidad del narcotráfico en las islas, el duelo y el abandono del continente, mientras que Bendek, en Los cristales de la sal, nos invita a reflexionar sobre la complejidad de la vida insular en un contexto de fronteras y mar. En este espacio de convergencia, las voces de los escritores del archipiélago, desde los pioneros hasta las nuevas generaciones, demuestran que San Andrés es mucho más que una destinación turística: es un crisol de creatividad, memoria y resistencia. Recomendaciones para explorar esta fascinante literatura incluyen obras de William Jessie, las crónicas de Gonzalo Arango para Cromos y los textos de Samuel Ceballos. La estudiosa del archipiélago, la editora Mónica María del Valle, nos acaba de regalar la traducción al español de El Clamor de las islas, de Martín Pomare en una edición de Juan Duchesne. La obra de Pomare, navegante, agricultor, maestro, es un retrato adulto y digno, como el que Chinua Achebe hiciera sobre la conquista y saqueo del continente africano y que, estoy segura, cambiará la manera de reconocer nuestra colombianidad.

A través de sus creadores, este rincón del Caribe ha tejido una narrativa rica, que recoge cantos de trabajo, la oralidad y la diversidad lingüística en una profunda conexión con su maritorio. Otro dato no menor es que hay mucha mirada femenina en las letras de las islas… a las autoras ya citadas, me permito sumar a la maravillosa narradora, Lolia Pomares, a Marqueta McKellar, Ofelia Benett, Briceña Corpus, Emiliana Bernard o Keshia Howard, entre muchas otras, a las que se suman, arraigadas como Fanny Buitrago, Claudine Bancelin o Claudia Aguilera. La literatura del archipiélago no solo nos invita a redescubrir una Colombia llena de matices y riquezas, sino que también nos recuerda que la cotidianidad y hasta el chisme son literatura, como dice la maestra Hazel Robinson y enseña en sus talleres otra escritora raizal, la psiquiatra Edna Rueda Abrahams.

¡Abramos los ojos y el corazón a esta dimensión desconocida en el Caribe, celebremos su vibrante riqueza literaria y hagámosla famosa… como se dice por ahí en redes sociales cuando un chisme está bueno.

Filsai es más que una feria de libros; es un abrazo fraterno de dos pedazos de Colombia unidos, no separados, por el mar Caribe.

@Carolina_Ethel