El Grupo The Economist tiene un Índice de Democracia reconocido a nivel mundial. En el informe de este año, sobre 167 países, Colombia obtuvo resultados preocupantes para nuestro sistema político, en las 5 categorías evaluadas: proceso electoral y pluralismo (9,17), funcionamiento de gobierno (5,71), participación política (6,11), cultura política (3,75) y libertades civiles (7,65). Estos indicadores se miden sobre 10. A nivel mundial caímos 13 puestos (ocupando el lugar 59) y tres en América Latina, quedando en el puesto 10 después de Uruguay, Costa Rica, Chile, Trinidad y Tobago, Jamaica, Brasil, Panamá, Surinam y Argentina. En 2020, con un índice de 7,04, el país estaba en el puesto 46 y séptimo en la Región. Este índice clasifica los países en democracia plena, democracia defectuosa, régimen híbrido o régimen autoritario. El actual puntaje de Colombia es de 6,48 y sigue clasificada como democracia defectuosa.
Los resultados de Colombia comparados con los países de la región que ocupan los nueve primeros lugares son los siguientes: en Libertades Civiles, segundo mejor resultado para Colombia, apenas estamos mejor que Surinam y Trinidad y Tobago. En Participación Política solo estamos mejor que Jamaica y Chile. En Funcionamiento del Gobierno, solo superamos a Brasil y Argentina. En Cultura Política, el aspecto más negativo para Colombia, nos encontramos con Panamá en el último lugar, lejos de los países mencionados; sabemos que nuestra cultura no es de confianza, compromiso, inclusión, participación ni tolerancia. En Proceso Electoral y Pluralismo, que es el aspecto mejor evaluado para Colombia, el país ocupa el noveno lugar, solo por encima de Jamaica. En esta categoría a todos los países les va bien. Pero en el país conocemos muy bien los problemas de corrupción, fraude electoral, captura de las elecciones territoriales por la criminalidad, contratistas y dirigentes políticos, falta de transparencia, inequidad en el financiamiento electoral, dependencia de la Organización Electoral Colombiana del poder político, violencia política y precaria justicia electoral. Entonces, si a pesar de todo esto Colombia aparece con un resultado alto en esta categoría, muy cercano al resto de países citados, podríamos pensar que nuestras democracias no solo son defectuosas, sino que se quedaron en los mínimos.
Ejemplo de ello es la actual campaña en Colombia que pierde legitimidad por los cuestionamientos a la gestión del proceso electoral, la falta (hoy) de reglamentación de la publicidad política en más de 280 municipios, el alto riesgo de fraude e irregularidades y la inédita reducción del financiamiento privado a las campañas que nos expone a un mayor ingreso de dineros ilícitos. Pero como hacemos elecciones creemos que es condición suficiente para ser democráticos. Con los problemas que tiene el sistema electoral colombiano, el próximo año correríamos el riesgo de pasar, en el Índice de Democracia, de una democracia defectuosa a un régimen híbrido, lo cual no sería insólito pues somos una democracia nacional débil e incompleta en riesgo de degradarse a dimensiones no democráticas y autoritarias en el nivel subnacional.