A siete meses de las elecciones legislativas de 2022, y a nueve meses de la primera vuelta presidencial, nos encontramos con un gobierno difuso luego de tres largos años de una gobernabilidad pasiva, distanciamiento del legislativo y total ruptura con la ciudadanía. Además de la disonancia con los partidos políticos, incluyendo a su partido. Si los resultados de las próximas elecciones dependieran de la gobernabilidad de Duque, el primer damnificado sería su propio partido. A la falta de estabilidad, legitimidad y gobernabilidad se suman el ambiente social, ya no solo de polarización ideológica y política, sino de fractura social sin antecedentes en el país, la creciente y profunda desconfianza ciudadana en las instituciones, la inoperancia de los partidos y la mala reputación de un gobierno que afectaría la reputación del mismo partido Centro Democrático.

Por otra parte, los partidos y actuales congresistas, en su mayoría, aspiran a su reelección en el Congreso; la cual, al parecer, no estaría favorecida por el ambiente social que es de rechazo, duda y desconfianza hacia las instituciones y la política electoral. Esto obligaría a los dirigentes políticos a dedicar tiempo y energía, en los próximos meses, a la conquista del afecto de los electores, y a evitar que su apoyo al gobierno los afecte electoralmente, perjudicando de paso la opción electoral presidencial que respaldasen. Sumado a esto, los aspirantes o quienes tienen alguna intención electoral presidencial, aún no definen sus candidaturas.

Lo anterior nos podría llevar a los siguientes escenarios, según el nivel de participación. Si la participación es como ha sido tradicionalmente (aproximadamente 16 o 17 millones de votos sobre un total de 38 millones) o muy baja, podría perjudicar más a los independientes o nuevos candidatos, dado que los tradicionales disponen de estructura política suficiente para conservar el poder, aunque exista un voto volátil y los ciudadanos tiendan cada vez más a apoyar personas y no partidos. Si la participación es alta, podría favorecer a candidatos nuevos e independientes o aumentar la votación no útil (en forma de voto en blanco, tarjetas no marcadas y votos nulos).

El panorama electoral es totalmente incierto, con unas elecciones legislativas en las cuales podrían llegar nuevos movimientos al Congreso, como el “Nuevo” Liberalismo (que es el mismo de antes) o fortalecerse quienes en las últimas elecciones quedaron rezagados, como Colombia Humana y los grupos cristianos. En cuanto a las elecciones presidenciales, estas son aún más inciertas. Aún no se vislumbra un candidato que gane en la primera vuelta, pero tampoco se puede afirmar que la elección solo se definirá en la segunda vuelta. Para esta segunda vuelta, hoy, el escenario más probable es que pasen dos candidatos que provengan de la izquierda, del centro izquierda o del centro derecha.

Cada vez es menos claro cómo se configurará el poder político en Colombia para el 2022, si tenemos en cuenta que los ciudadanos no han sido el factor realmente determinante para la distribución del poder. Colombia ha sido y sigue siendo un país de simulaciones y apariencias.