La semana pasada, por invitación de Bancolombia, tuve la oportunidad de debatir con varios panelistas internacionales sobre las tendencias en materia de innovación en el agro colombiano. Al final del debate pude concluir que el futuro ya está aquí, el problema es que no ha llegado al campo.
La política de fomento a la innovación agrícola en Colombia no existe, o ¿cómo explicar que después de ocho años de millonarias inversiones en difusión de tecnologías, formación de profesionales y subsidios de tasas de interés para compra de maquinaria agrícola no hayamos sido capaces de incrementar los rendimientos por hectáreas y bajar los costos de producción de muchos cultivos?, para citar un solo ejemplo. Según estadísticas de la FAO, mientras en Uruguay, Perú y El Salvador una hectárea de arroz rinde entre 7 y 8,5 toneladas, las nuestras rinden en promedio 4,7 toneladas. Los millonarios recursos que ha recibido Fedearroz para lograr la competitividad de este sector se malgastaron.
La innovación tampoco ha podido llegar a los programas de cobertura de riesgos agrícolas. Mientras el resto del mundo utiliza los contratos de futuros negociados en bolsa sin riesgo de impago para commodities “suaves”, como el café, cacao, azúcar, algodón y jugo de naranjas, en Colombia seguimos implementando la costosa política de subsidios a los precios de mercado cuando estos caen por sobreoferta. Ni qué hablar del subsidio al seguro agrario. Mientras en el resto del mundo estos esquemas protegen la renta de los agricultores, en nuestro país los castiga.
En materia de financiamiento agrícola también vamos muy lentos. Mientras la banca privada está ofreciendo una “financiación a la carta” a través de la transformación digital de las Fintech, la banca oficial (Finagro y Banco Agrario) se quedaron ofreciendo unos instrumentos de financiación estandarizados que encarecen el crédito y paralizan los tramites de aprobación y desembolso. Por no innovar y quedarse operando con el viejo esquema de financiamiento agrícola creado en 1990, Finagro solo llega al 14% de los productores del campo y el Banco Agrario sigue aumentando su cartera vencida a unos niveles muy altos (10,6%).
Tampoco hemos obtenido logros importantes en la innovación de nuestros procesos productivos. Mientras la agricultura del mundo se desarrolla bajo esquemas asociativos y de cooperativas agrarias para maximizar las ganancias, la nuestra se desarrolla de manera individual, lo cual hace menos rentable sus negocios porque compran los insumos al por menor y al último eslabón de los intermediarios, y cuando van a vender sus cosechas lo hacen sin valor agregado y al primer eslabón de la cadena.
Ya es hora de eliminar los esquemas perpetuadores de dependencias del Estado. La política de subsidios a la ineficiencia pública, gremial y a las malas prácticas agrícolas, solo nos conduce al fracaso y a la corrupción.
Si queremos ayudar a reducir los costos de producción, aumentar la productividad y maximizar los ingresos de nuestros productores, tendremos que enfocarnos en una política pública agrícola que incentive el conocimiento, el BIG Data, la biotecnología, la agricultura de precisión y la profesionalización. Solo así podremos ocupar los mejores espacios en los mercados internacionales.
Consultor en banca de fomento agrícola.