Al presidente Iván Duque en sus primeros días de gobierno le fue como le tenía que ir: ¡bien! Ya todos sabemos lo que pasó en su posesión: que hubo un ventarrón que casi acaba con Bogotá. Pero uno tiene que entender a la naturaleza: esta reacciona cuando se siente agredida y ese 7 de agosto se hizo presente para despedir a Juan Manuel Santos.
Ya posesionado, Duque siguió con actos como el de hacer soberanía en San Andrés luego de que la administración de Santos –con su entonces señora canciller a la cabeza– fue incapaz de hacer una defensa seria de nuestro archipiélago en el Caribe.
El sábado anterior, –y es aquí donde me quiero detener– Duque estuvo en Girardot (Cundinamarca). Para él era una prueba de fuego, porque en el mencionado puerto sobre el río Magdalena ese día se iba a realizar el Primer Taller Construyendo País.
Llegó sobre las 10 de la mañana. La gente estaba expectante de su llegada. Una expectativa muy diferente a la que despertaba Santos cuando como presidente iba a la provincia. Siempre dio la impresión de que al Premio Nobel de Paz de 2016 le fastidiaba la gente humilde. La gente que, como él, no “pertenece” a la “realeza”.
Con Duque todo fue diferente en Girardot. Duque se abrazó con la gente. Cargó a los niños. Se tomó fotografías con ellos. Estuvo visitando los stands que había en las afueras del coliseo donde se iba a celebrar el evento central del día. Hasta se compró una guitarra.
Que eso es populismo, dirán los malquerientes de Duque y del uribismo. ¿Populismo? Por favor. Eso se llama respeto por la gente.
Con Duque quedaron atrás los tiempos de Santos, quien solo gobernaba para los ricos de Bogotá y para que un gran sector de la prensa enmermelada hablara bien de él a toda hora y se olvidara de sus nefastos ocho años de gobierno.
Muy al estilo de Álvaro Uribe, cuando realizaba los consejos comunitarios, Duque inició el evento del sábado en Girardot con el objetivo de hacer sentir bien a la gente que lo escuchaba. Fue tanto el respeto por la gente que el evento se prolongó dos o tres horas más de lo previsto. Pero el objetivo era claro: que hablara todo el que quisiera hablar. De eso se trata la democracia. En fin, mejor no le pudo haber ido a nuestro jefe de Estado en su primer taller Construyendo País.
Estamos seguros de que Duque no va a cambiar. En él están puestas las esperanzas de 50 millones de colombianos. Ciertamente le tocó asumir las riendas de un país herido de muerte. Un país en la bancarrota y con una guerrilla y una oposición furiosas porque no ganaron las elecciones presidenciales. Pero cuando las cosas se hacen de buena fe y con transparencia tienen que funcionar. Y eso lo tiene claro el doctor Duque.
Total, pensará él, si bien quiero hacer un gobierno incluyente, un gobierno en el que quepamos todos, no voy a cambiar el apoyo de millones y millones de colombianos por tener contentos a 3.000 o 4.000 guerrilleros desmovilizados y a cuatro gatos furiosos e intolerantes que conforman la oposición.
@cancinoabog