Presenciar la premier de Pájaros de verano en la inauguración de la pasada Quincena de Realizadores en Cannes fue un privilegio, y una de las experiencias mas emotivas que he tenido en este cautivador mundo del cine. Cualquier ideología antinacionalista que uno pueda tener se ve reprimida para dar rienda suelta a los sentimientos de orgullo colombiano desatados por la majestuosa representación.

Después del Abrazo de la serpiente que tuvo similar acogida en la Quincena y que estuvo nominada al Oscar como Mejor Película Extranjera, era difícil esperar que los directores Cristina Gallego y Ciro Guerra nos hicieran sentir algo igual. Sin embargo, nos volvieron a sorprender positivamente con esta mega producción que expone la cultura, los ritos y costumbres característicos de las comunidades indígenas de La Guajira.

Pájaros de verano se centra en el caso de una familia wayúu al mando de Úrsula Pushaina (Carmiña Martínez), cuya hija Zaida (Natalia Reyes) está próxima a casarse con Rapayet Abuchaibe (José Acosta) quien es un “arijuna” (no hace parte la tribu). Para conseguir la dote requerida, Rapayet se involucra en el mercado de la marihuana, el cual empieza a crecer de manera descontrolada cuando aparecen los estadounidenses.

El enorme negocio que se genera, y que se convierte en el más importante en la zona durante la década de los 70, cuando transcurre la historia, empieza a afectar las normas y tradiciones que rigen el clan, ocasionando disputas entre las familias. Estas confrontaciones sirven de base para mostrarnos una cultura que se rige por parámetros poco usuales, poco conocida por los mismos colombianos.

Pero el ansia de dinero y de poder parece no discriminar, y es así como vemos que las tradiciones tan arraigadas se van destruyendo, y la adquisición de bienes materiales toman prioridad.

La película está dividida en cinco secciones que muestran cómo se fue produciendo el cambio. Cada uno de los capítulos está representado por un canto regional, y las escenas muestran las costumbres de estos pueblos a través del vestuario, los bailes, las transacciones comerciales, ceremonias religiosas, etc., detalles que hacen que el filme trascienda el género de película de narcos que ha saturado el mercado. Es de notar además que está hablada en idioma wayuunaiki, con personajes auténticos de las colectividades Wayúu y Wiwa.

Los directores mencionaron las dificultades que enfrentaron para filmar en las regiones de La Guajira y Magdalena donde transcurren los hechos, y cómo todo el equipo que conformaron tuvo que luchar, tanto a nivel físico como espiritual, para sobreponerse ante inclemencias como vendavales de arena o inundaciones que destruyeron la escenografía y retrasaron los planes de producción.

Antes en blanco y negro y ahora en vivo color, Guerra y Gallego nos alertan una vez mas sobre la apremiante destrucción de las comunidades indígenas a partir de la llegada del hombre blanco, el capitalismo y la civilización.