Desde 1926 se están realizando competencias cada cuatro años en diferentes ciudades de la región comprendida entre América Central y el Mar Caribe. Han pasado 67 años desde que La Arenosa realizó unas justas internacionales con motivo de los V Juegos Centroamericanos y del Caribe.

Barranquilla se destaca por su gente y por querer dar lo mejor de sí, sino que lo diga la inauguración apoteósica que dio inicio al certamen. Ser la sede significa ser motor para acelerar el desarrollo de ciudad, por el impacto positivo que produce la generación de empleos directos e indirectos. La infraestructura deportiva en la que se invirtieron alrededor de 500 mil millones de pesos nos permite ser un emporio deportivo de talla mundial y ser la capital del deporte en el país.

Esos escenarios de lujo deben ser cuidados por todos para que se conserven en el tiempo. Una vez pase el furor de los Juegos, su mantenimiento va a ser importante; el barranquillero se tiene que “apropiar” de esta herencia para que no sean ‘elefantes blancos’. El orgullo que genera verlos nos hace aplaudir y felicitar a sus gestores y a todo el equipo que ha intervenido para esa gigante dotación. El parque de raquetas, el estadio Édgar Rentería, el complejo acuático, la Villa Centroamericana y otros más son el emblema de la gran transformación de Curramba.

Después de los Juegos deben generar calidad de vida en aspectos de salud, ocio y educación, que es la manifestación cultural, social y económica más importante de nuestra sociedad. Bienvenidas las estrategias para consolidarlos y que permitan la práctica recreo-deportiva, con la debida articulación entre organizaciones oficiales, privadas y comunitarias.

Querer es poder. Se cumplió el sueño y aspiramos a que todas nuestras grandes figuras deportivas cumplan los suyos y alcancen lo mejor en las disciplinas en que estén involucrados y que la pasión que le pusimos al reciente Mundial de fútbol también tenga medalla de oro en el acompañamiento de estos.

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