Se acabó el Mundial y nos deja una reconocible y no por eso menos quejumbrosa resaca. El que creíamos sería el decorado para el brillo de figuras millonarias que venden camisetas y son estandartes de marcas orbitales terminó por ser la reivindicación del poder del colectivo. Ganó Francia, y ganó bien, con un equipo joven, talentoso y con recorrido que supo sacrificar la lírica cuando las circunstancias de los encuentros así se lo pedían. Croacia se quedó con el título de los hinchas y el corazón a punta precisamente de eso y de lo que pesa al sur del ombligo.

Los pectorales de Cristiano o la barba pulida de Messi fueron eclipsados por un petiso sobreviviente de una guerra horrorosa, pastor cuando niño, que nos recordó a todos lo bello de soñar en grande, de levantarse y seguir cuando la lógica indica que no lo hagas. Le quedó bien a Putin y a Infantino el cuento. Hasta el VAR, con sus normales debates y ajustes, termina por pasar el examen. El fútbol es como la vida. No discutamos más eso.

La guinda del pastel la dejaron las imágenes en la final de la tan fotogénica como futbolera presidenta Kolinda Grabar consolando a sus jugadores. La reaccionaria presidenta croata, de políticas antiinmigrantes, cercana a partidos de ultraderecha, envuelta en acusaciones de corrupción, abrazaba bajo la lluvia a los suyos; mientras Macrón celebraba con una selección de descendientes de las colonias de ultramar el segundo mundial galo en 20 años. En el primero la gran figura fue un argelino; y en este, un jovencito parisino de 19 años descendiente de cameruneses que juega con un desparpajo que da gusto aplaudir. Simpática la futbolera Kolinda, no tanto la presidenta Grabar. La mona, literalmente, se vistió de seda; y como en el refrán, mona se quedó.

Y mientras eso pasaba, el joven presidente electo visitaba al Rey Felipe y le llevaba razones cariñosas de su mentado mentor. El suceso motivó tantos o más memes que las volteretas de Neymar, y hasta le quitó reflectores por un tiempo a la que va siendo la conformación de un gabinete ministerial variopinto, que hace arrugar la cara o levantar el ceño en unos casos, mientras que en otros el carácter técnico de los que llegan motiva el justo beneficio de la duda.

Lo que no debe generar duda alguna es el rechazo a los infames asesinatos sufridos por varios líderes sociales en las últimas semanas. El espectro nauseabundo de la guerra sucia que a punta de bala calló ideas en años idos no puede dejarse volver. Tan claro debe ser el mensaje ciudadano como eficaz la acción de las autoridades. No otra vez. Nunca más. No lo vamos a permitir sin resistir.

Pd: Mañana inicia en Barranquilla una fiesta deportiva de enorme trascendencia. Vencido el inicial escepticismo (el mío de primero), la idea es apoyar los Juegos con nuestra asistencia y nuestro civismo. La infraestructura no será más que cemento si no nos apropiamos socialmente de ella. Como ciudadanos hagamos lo que nos toca. Vamos a apoyar a Baqui.

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