Morir o vivir lejos, es el dilema de millones de personas que hoy huyen de Venezuela. Colombia, país receptor, está recibiendo un aluvión de refugiados forzados a migrar por las circunstancias de esa nación. Más de un millón de personas que, escapando de un Gobierno arbitrario o de unas condiciones económicas insostenibles, optan por la incertidumbre de una nueva vida en otros lugares; antes de seguir soportando a los déspotas que los someten a una vida calamitosa.
La huida de un millón de venezolanos a nuestro país no deja de ser un inmenso desafío para el nuevo Gobierno colombiano. La mayoría ha abandonado su patria solo con algunas pertenencias. Son personas en busca de trabajo, pero también con muchas necesidades, como salud, nutrición y educación; y si el Gobierno no logra generar políticas públicas eficientes, la exclusión en que estas personas vivirían constituirá una verdadera tragedia humanitaria.
Hace tiempo que los analistas están prediciendo que el régimen del presidente Maduro se derrumbará. Sin embargo, millones de venezolanos han perdido la esperanza. Teniendo el monopolio de la fuerza y usándola a su discreción, da la impresión de que hay Maduro para rato. Una guerra interna sería de millones contra millones. Ojalá pueda haber una salida democrática lo más pronto posible para que todos los venezolanos, con sus diferencias, puedan vivir en paz y con dignidad.
El departamento del Atlántico ha sido un gran receptor. Se estima que hay más de 50.000 venezolanos residiendo en los diversos municipios. En Soledad, el censo estableció la presencia de más de 15.000 migrantes, entre ellos muchas mujeres embarazadas, y la mayoría en la más extrema pobreza. Su presencia en las ciudades ya es notoria; algunos expresan su temor e incomodidad hacia estos recién llegados, mientras otros se aprovechan de la ocasión para obtener mano de obra barata.
Podemos ver esta situación como una gran oportunidad para Colombia de mostrar su condición moral, mediante una generosa hospitalidad hacia nuestros hermanos venezolanos. Durante muchos años, millones de colombianos que huyeron de la violencia y la precariedad económica encontraron en Venezuela un nuevo lugar en donde darle sentido a su existencia. Hoy debemos tener la misma reciprocidad con los habitantes del país hermano que lo están pasando mal.
Es catastrófico para una nación y para cada uno de nosotros perder el rumbo. Porque se producen tragedias como la que vive la hermana República Bolivariana de Venezuela, donde la rabia y el odio al otro muestran el lado más oscuro y repugnante de la condición humana.
¿Quién es el responsable de lo que le ocurre a Venezuela? Probablemente todos los venezolanos, pero ahora lo importante es encontrar una solución. No hay mal que dure cien años, dice la sabiduría popular. Mientras tanto, debemos tener el mejor ánimo para ayudar a quienes se ven forzados a huir de su patria.
joseamaramar@yahoo.com