El boxeo de altura o, digamos mejor, de primera fila mundial, sufrió en los primeros años 60 de un cierto quebranto en materia de prestigio por el nocaut en el primer asalto (título mundial en juego) entre el retador Sonny Liston y el monarca en aquellos momentos llamado Floyd Patterson.

Los que manejaban a Liston luchaban en vano para conseguirle una oportunidad por el título mundial de todos los pesos. Las autoridades boxísticas muy disimuladamente descartaban a Liston como retador, habida cuenta de que Liston siempre estaba en contiendas en bares y cantinas. Pero finalmente, teniendo en cuenta que Liston le ganaba ‘a todo el mundo’, se decidió concederle la oportunidad máxima de todo boxeador.

Nadie esperaba que Liston fuera a noquear a Patterson antes del segundo round, pero le bastó al ogro de la división máxima un par de golpes para que Patterson se derrumbara. Las autoridades boxísticas no creían mucho lo visto por ellos –un nocaut en menos de un round– y organizaron una revancha que fuera propicia a Patterson, vanidad de vanidades: Patterson fue noqueado por segunda vez casi que en el mismo tiempo de la primera pelea.

Se comenzó entonces calladamente a buscar contendores para Liston que lo sacaran del boxeo de una buena vez. Esfuerzo por demás inútil, pues Liston tenía un punch demoledor para asegurarle sus victorias.

Llegaron los ‘magos del boxeo’ a que no había mejor contendor contra Liston que el jaquetón de Cassius Clay (que luego se denominó Muhammad Ali al ingresar el boxeador Clay a la religión musulmana), quien venía formando un récord de boxeador invicto.

Esta pelea se definió insólitamente por una rendición de Liston en el séptimo round, que decían las lenguas viperinas que Liston había recibido una suma grande para que se rindiera y se fuera del boxeo, y así recuperara el boxeo su viejo prestigio de siempre.

De cierto modo, el boxeo recuperó su prestigio con Ali, a pesar de sus extravagancias y su manera de menospreciar anticipadamente a sus contendores. Entre tanto, Liston solo en su casa –sabría Dios qué consumía en aquella soledad–. Mientras su mujer estaba de visita en casa de su madre, Liston no atendía llamadas telefónicas; eso la hizo regresar a su residencia para toparse con el cadáver de Liston, quien partió la banqueta del tocador al sufrir un desmayo que le costó la vida.

La muerte de Liston rectificó muchas malas andanzas de boxeadores y el deporte de los puños volvió al cauce depurado de todo buen deporte.