La Real Academia de la Lengua define la palabra clásico como algo digno de imitación, algo que se toma como modelo por ser de una calidad superior o por aproximarse a la perfección. Andrés Iniesta es para el fútbol mundial un clásico. Un futbolista de los que parecen que rompen el molde cuando los engendran.

Hace unos años escribí un reportaje para el Magazine de La Vanguardia que titule: “Matriz azulgrana”. Era una serie de entrevistas con las madres de los componentes de la columna vertebral del Barcelona en ese entonces. Las madres de Víctor Valdés, Gerard Piqué, Xavi Hernández, Andrés Iniesta y Leo Messi. María Luján, mami de Andrés, contaba que su niño quería ser futbolista, pero ella pretendió que estudiara, y lo inscribió en una banda de música para ver si el muchacho abandonaba la idea deportiva. “Ya sabes quién ganó”, me dijo.

Probablemente la música perdió un talento ese día, porque si Iniesta se hubiera dedicado a la música, quizás no habría tenido la voz de Plácido Domingo o Luciano Pavarotti, pero seguro que habría tocado cualquier instrumento con la fineza que ha llegado a tocar el balón. Él prefirió esta otra herramienta y otro tipo de ritmo. Y si hubiera sido bailarín habría estado a la altura del mejor Nureyev, pero optó por bailar con el balón. Dar esos giros que dejan en el suelo a los rivales. Iniesta es el tipo de futbolista que ha hecho música con la pelota.

Pero Andrés Iniesta no sólo ha sido un futbolista a copiar sino que también ha sido una admirable persona. Iniesta no ha necesitado gritar para imponer su mando como capitán del Barça en un vestuario lleno de egos. Tampoco ha precisado de meter muchos goles para sentirse útil y necesario. Siempre ha hablado con el mismo tono y al mismo volumen que ha jugado.

Tan humilde como hábil y generoso, y tan brillante como espectacular. Un futbolista de equipo, solidario. Toda una delicia en el terreno de juego, y toda una madre fuera de él.

De aquella columna vertebral del Barça ya sólo quedan dos: Piqué y Messi; Valdés y Xavi se fueron hace un par de años. Iniesta se va ahora. No sé si el Camp Nou y los aficionados del Barça están preparados para perder a otro baluarte como Iniesta. Pero sí estoy convencido que lo echarán de menos. Las exquisiteces nunca se olvidan. Y Don Andrés ha sido un regalo del fútbol.