El vínculo entre los seres vivos y el entorno que nos rodea es un tema que debiera motivar a repensar la conservación de la salud del hombre sin dañar o alterar el equilibrio de los ecosistemas naturales.
En cierta ocasión y estando en un supermercado, oí un simpático y profundo diálogo entre una matrona que iba a pagar su mercado y el cajero que atendía los clientes. Con cierto dejo de crítica, este le explicaba porqué ella debía traer su propia bolsa ya que las de plástico no eran buenas y el medio ambiente estaba saturado de las mismas.
La dama le empezó a recordar que cuarenta años atrás, las botellas de leche, gaseosas y cervezas se devolvían a la tienda en donde habían sido compradas, para que después de ser lavadas y esterilizadas se volvieran a usar, de esa forma se reciclaba. Las escaleras se subían a pulmón, porque no habían escaleras mecánicas en cada negocio u oficina, así se conservaba la energía. Se iba caminando al trabajo en vez de usar el carro cuando la ubicación de estos quedaban cerca. Los pañales eran de tela y se lavaban porque no existían los desechables y se secaban al sol, pocón de secadoras y así se ahorraba energía. Había un televisor o radio en la casa, no uno en cada cuarto como ahora. Los chicos iban en sus bicicletas a la escuela, en bus o a pie, en lugar de usar a la mamá o papá como taxi. Ahora con la inseguridad que reina bien difícil es seguir esta costumbre.
Es lógico que esta generación se queje de lo irresponsable que fue la generación pasada por no haber estado metida en esa época, en la onda de lo verde, de lo ecológico de estos tiempos. Pero de alguna forma la vida en esa época era simple y sencilla sin llegar a los extremos que ahora hacen que nos importe poco el bienestar de los demás y el entorno que nos rodea.
Si bien el desarrollo industrial que tenía como objetivo mejorar la calidad de vida de la población generó grandes daños ambientales en los últimos años, actualmente la conciencia ecológica que se ha instalado en todos (menos mal) llegó para establecer protocolos y programas amigables con el medio ambiente.
Nuestro país ocupa el segundo lugar en biodiversidad en el mundo y hoy más que nunca necesita cuidado. Las cicatrices en la naturaleza que ha dejado el conflicto armado ha generado una profunda y nefasta huella ecológica y ha limitado las posibilidades de desarrollo por la deforestación, la expansión de cultivos ilícitos, el ataque a oleoductos, el crecimiento de la minería ilegal, la contaminación de los ríos y el mar, y la lista sigue.
El planeta atraviesa un episodio de extinción masiva de especies, (flora y fauna), desastre que los científicos atribuyen a la acción humana. Ojalá que la ola verde se instaure en todo el mundo y no se desinfle como le ocurrió al programa que cierto personaje político presentó al país en el pasado. Para lograr cambios no se requieren conciencias nuevas sino nuevas reglas de juego.
rofuenma@gmail.com