Este jueves se celebra, como todos los años, el Día Internacional de la Mujer. En España esta vez se ha consolidado una fórmula valiente ensayada en países como Islandia para protestar contra la discriminación que siguen sufriendo las mujeres, a pesar de los avances en las últimas décadas. Para este 8 de marzo se ha convocado una huelga general. A los hombres se nos exige expresamente que trabajemos en esta jornada para así dar más visibilidad al peso fundamental de la otra mitad de la población en el mundo laboral.

Hay motivos de sobra para la protesta. Uno es la brecha salarial. El salario medio anual de las mujeres en España es 5.900 euros por debajo del que cobran los hombres, según el Instituto Nacional de Estadística. En muchos sectores las trabajadoras están peor pagadas por hacer el mismo trabajo que sus compañeros. Luego está la circunstancia de que los hombres lo tienen mucho más fácil para hacer carrera y acceder a los puestos altos. Por poner un ejemplo, solo el 17% de las 500 empresas más grandes son dirigidas por mujeres. En el resto de Europa la tasa es muy parecida –de hecho, en Alemania es peor que en España–. A esta intolerable discriminación profesional se suma la lacra de la violencia de género que sufren tantas mujeres.

En el gobierno conservador del presidente Mariano Rajoy la huelga de las mujeres no ha gustado mucho. De hecho, algunas dirigentes afirmaron al principio que iban a responderla con una “huelga a la japonesa”, es decir trabajando todavía más el 8 de marzo para demostrar lo que valen las mujeres. En algunos ámbitos se ha tildado la protesta de “elitista”, a pesar de que los colectivos y personas que convocan la huelga son de lo más heterodoxo, desde mujeres de limpieza explotadas de la hostelería, hasta científicas y actrices.

Y, más bien al contrario, un grupo de mujeres en puestos destacados rechazó en un manifiesto que hayan falta medidas contra la desigualdad porque en su opinión ya existe igualdad de oportunidades. Eso sí que suena elitista, ese credo neoliberal de que ‘si yo lo conseguí todo el mundo puede lograrlo si solo se esfuerza’.

Recuerdo una junta de accionistas del desaparecido Banco Popular en 2014. Entre la información, resaltaba la composición de su plantilla por sexo y grupos de edad. Me llamó mucho la atención que entre los empleados de menos de 30 años había 542 mujeres frente a 388 hombres, pero solo dos mujeres jóvenes eran directivas frente a 16 hombres. Preguntado por este desequilibrio, el presidente Ángel Ron, que llevó el banco a la quiebra, aseguró que se aplicaban “exclusivamente criterios de capacidad y talento”. No comment.

Por ello, hoy estoy a favor de introducir cuotas fijas para mujeres en puestos de mando, de forma temporal, hasta que se haya roto este círculo vicioso de un mundo dominado por hombres. Como dicen muchas feministas, la igualdad de género se habrá alcanzado el día en que también las mujeres mediocres lleguen a posiciones altas.

@thiloschafer