Hay hombres y mujeres que por su grandeza deberían vivir eternamente. La semana que pasó, en la Catedral de Santiago, con canciones de su hermana Violeta Parra, se despidieron los restos de Nicanor Parra, un hombre extraordinario y un poeta universal.
Como señaló Octavio Paz, Chile es una fábrica de poesías. Dos premios Nobel lo confirman: Gabriela Mistral y Pablo Neruda. Y quedó pendiente el de Nicanor Parra, creador de la ‘antipoesía’, cuya belleza literaria nació de lo cotidiano y del lenguaje del pueblo.
La vida de Nicanor está llena de rebeldía e irreverencia. Cuestionado por muchos, murió a los 103 años querido por todos los chilenos y admirado por el mundo.
Nació en el sur de Chile, donde el paisaje es poesía. Llegó a Santiago y se graduó de físico; estudió en Estados Unidos y después, con una beca del Consejo Británico, hizo un doctorado en Cosmología en la Universidad de Oxford. Leyendo a Shakespeare y poesía inglesa, fue cuando un doctor en física se convirtió en poeta, dedicándose a preparar el libro que cambiaría el mundo de la poesía latinoamericana: Poemas y antipoemas.
Su vida fue como su obra: controvertida, desafiante y mordaz. Mientras Neruda era un disciplinado militante del Partido Comunista, la izquierda no podía perdonarle a Nicanor que en 1970 aceptara la invitación de Pat Nixon a tomar el té en la Casa Blanca, lo que lo llevó también a ser uno de los primeros intelectuales latinoamericanos en romper relaciones con el gobierno de Fidel Castro.
Pero a la derecha política tampoco le iba bien con él. En 1968 publicó un escrito denominado Cuba sí / gringos también que agotó la paciencia de izquierda y derecha. Como los ataques arreciaban desde ambas partes, él contestó con su inolvidable frase: “La izquierda y la derecha unidas, jamás serán vencidas”.
Su relación con Pablo Neruda fue muy difícil. Neruda fue un hombre que desde muy joven se destacó primero como diplomático; y casarse con la hija de un millonario argentino facilitó que su obra fuera publicada, rápidamente conocida en el mundo, y muy admirada en Europa. Nicanor Parra, en cambio, en su juventud era un anónimo profesor de colegio público. En una reciente entrevista señaló: “Neruda fue siempre un problema para mí. Un desafío, un obstáculo que se ponía en el camino”.
Aparte de su valor literario, Nicanor fue un ser humano diferente. A sus 103 años era uno de los intelectuales más lúcidos de Chile, demostrando que el alzhéimer solo les da a los que no ejercitan el cerebro. Poseía el humor de las personas inteligentes que saben captar los contrastes de los hechos y las cosas. Relata un periodista que, a la entrada de su casa, tenía una foto de la estatua de la Libertad con el texto: “Soy frígida. Solo me muevo con fines de lucro”.
Los nueve hermanos Parra desplegaron una obra artística de valor incalculable para la cultura chilena. Violeta –con sus composiciones musicales como “gracias a la vida, que me ha dado tanto”– y Nicanor –con su antipoesía que le dio un giro a toda la poesía de América Latina–, han dejado un gran legado al mundo.
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