De acuerdo con una noticia que se publicó en este diario, la Policía Nacional ordenó el cierre y suspensión temporal por diez días del reconocido estadero La Troja, ubicado en la Carrera 44 con calle 74, al norte de nuestra ciudad. En el sello que se le impuso al establecimiento se establece que la medida obedece a una violación del Código Nacional de Policía y Convivencia, una herramienta que pretende resolver algunos de los conflictos más recurrentes entre los ciudadanos, para evitar así que tales enfrentamientos alcancen los estrados judiciales. El Código, por su alcance e interpretación, no ha estado exento de críticas, especialmente por parte de aquellos que lo entienden como una normativa inflexible que no tiene en cuenta las diferentes maneras de ser de los colombianos, tan distintas entre unas regiones y otras. El caso del cierre temporal de La Troja constituye un gran ejemplo para ilustrar esa encrucijada.
La Troja fue reconocida como patrimonio cultural y musical de Barranquilla. Superando el alcance de ese reconocimiento, lo que al fin y al cabo es solo una disposición legal, el estadero es un sitio referente y querido para muchos barranquilleros y una de las paradas obligadas para quienes pasan por nuestra ciudad. Su colección de música tropical es su activo más relevante, acaso una de las más grandes de Colombia y del Caribe y realmente valen la pena los esfuerzos para conservarla. Sin embargo, no podemos ignorar que no son pocas las riñas y los altercados que se han presentado y que por momentos la euforia de quienes la visitan propicia desorden y alteración pública. Quiero ser claro, no pretendo generalizar ni estigmatizar, faltaba más, pero sería necio sostener que el lugar está libre de problemas.
El Código de Policía se pensó para este tipo de situaciones, pero es probable que no todo merezca ser valorado de la misma manera. Es decir, no es lo mismo un escándalo irresponsable de un vecino en un sector residencial que el exceso momentáneo, y hasta esperado, de un establecimiento como La Troja. Según la noticia que mencioné, la violación al Código sucedió la noche del lunes primero de enero. En ese singular día, con lo emotivo que resulta, probablemente era posible no aplicar a rajatabla los artículos dispuestos en el código de marras. Estoy seguro que la Policía tendría asuntos mucho más apremiantes que atender.
Recomiendo que ambas partes revisen sus posturas. La administración de La Troja no puede lavarse las manos y trasladarle todo el problema a las autoridades, podrían asumir su responsabilidad con los barranquilleros y pensar en mecanismos que eviten que ciertas celebraciones se salgan de control. La Policía, por su lado, podría tener más criterio para aplicar el Código y colaborar con acciones preventivas, ayudar más. Flaco favor le haría a la convivencia mantenerse en posiciones inflexibles.
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