En medio de momentos emotivos, de fiestas y de celebración, pensar en el futuro con optimismo no basta, es necesario pensar con responsabilidad y mesura, algo de poca presencia en las fiestas de Navidad y Año Nuevo. Las cifras de personas, niñas y niños lesionados por pólvora en las diferentes regiones del país dan cuenta de la necesidad de replantear algunas costumbres peligrosas, que lejos de dejar momentos de felicidad se llevan consigo la integridad física de quienes manipulan y observan estas explosiones.
538 de los cuales 223 son menores de edad, conforme a las cifras del Instituto Nacional de Salud, son el total de lesionados que dejó diciembre de 2017 en Colombia, un número que si bien es menor a la tristísima cifra de 822 de 2016, no deja de ser alarmante ante los llamados que se han hecho desde las instituciones y desde los medios de comunicación a parar con esta práctica.
La pólvora en Colombia, utilizada muchísimo en las fiestas de Antioquía, Valle del Cauca y Bogotá, da cuenta de una cultura ostentosa que se asimilaba a la prosperidad, la abundancia y el sentir festivo que despiertan estos explosivos en algunas personas. Es una herencia cultural nefasta que nos dejó la época colonial, donde las festividades religiosas se celebraban con juegos pirotécnicos, práctica que tenemos enraizada y que compartimos con países como México o Guatemala. Sin embargo, está claro que la irresponsabilidad no se puede excusar en escenarios culturales irresponsables, pues muchas de estas tendencias no obedecen a las lógicas de la contemporaneidad, y lejos de esto, suponen un escenario de ignorancia ante valores como el respeto a la vida y a la integridad.
Los desafíos que supone la erradicación del uso de la pólvora en las casas colombianas, no se limita a las instituciones –las cuales sin lugar a dudas no deben disminuir esfuerzos para evitar su uso–, sino que empieza en las familias y en las comunidades. A pesar de que los noticieros nacionales están llenos de episodios de quemaduras graves con pólvora, el tema sigue fuera del radar de las conversaciones familiares, escenario que sería el más indicado para tratar de generar consciencia sobre las consecuencias letales de esta práctica. Bueno sería empezar el 2018 sin lesionados por pólvora, pero dado que aún no lo logramos como país, seguirá siendo un reto, no menos importante, que debemos poner siempre sobre la mesa.
@tatidangond