Se han publicado datos muy interesantes sobre los salarios de entrada en 2016 de jóvenes con distintos niveles de escolaridad provenientes de la Gran Encuesta Integrada de Hogares que reveló el DANE la semana pasada. Los datos publicados permiten confirmar enfáticamente que ‘Ser pilo paga’ y que los beneficiarios de ese programa de becas, que es un acierto indiscutible, son muy afortunados.
En 2016 un joven que no tenía sino estudios secundarios ingresaba al mercado laboral con un salario de $520.593 mensuales en promedio. La educación media eleva 51 por ciento ese salario mensual a $787.006. Una educación tecnológica o de técnico profesional añade $302.754 (38%) y la universitaria sube el salario mensual promedio a $2.224.564, más del doble del que gana el técnico o el tecnólogo. Si la persona termina con éxito un posgrado el salario aumenta en promedio a $4.114.203, un incremento del 85% sobre el salario del profesional sin este grado de estudios.
Estas cifras deberían ser suficiente estímulo para que los jóvenes emprendan y completen estudios pos-secundarios y para que inviertan en educación de buena calidad. Un nicho muy interesante es la educación técnica en programación de computadores y codificación de software, que son programas relativamente cortos y los egresados pueden aspirar a salarios de entrada cercanos a los de los profesionales. Los estímulos son aún mayores si se tiene en cuenta que la tasa de ocupación para jóvenes con educación superior es de 75 por ciento, 56 por ciento para los que obtienen educación media, y solamente del 36,9 por ciento para los que cuentan con estudios secundarios. La educación no solamente aumenta muy significativamente el nivel de ingreso sino también la probabilidad de tener empleo.
Si se quiere combatir la pobreza, la inequidad y “nivelar la cancha” para que todos los jóvenes tengan comparables oportunidades de salir adelante, la primera prioridad sería ofrecer alternativas de educación pos-secundaria. Esto lo podrían llevar a cabo los colegios públicos y privados ampliando su oferta educativa desde el año 11, y creando programas en los años 12 y 13, en los que se podría completar una educación tecnológica preuniversitaria y se podrían adelantar los cursos de educación básica de los primeros dos años de universidad. Se requeriría adaptar el régimen vigente para las instituciones educativas para el trabajo y el desarrollo personal para que también regule los años 12 y 13 de los colegios y contemple la posibilidad de homologar estos cursos para continuar estudios en las universidades.
Les deseo felices fiestas y paz en 2018.
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Como los demás amigos de Santiago Pardo siguen escribiendo elogios al proyecto tributario de Germán Vargas, reitero que está bien concebido; pero el de Humberto de la Calle contempla una mayor rebaja de la tarifa corporativa y compensa el efecto negativo sobre el recaudo con una estructura progresiva de tributación de las personas.