Esta crónica de hoy en la que uno de los personajes es Muhammad Alí (otrora Casius Clay) está concentrada en la figura de un boxeador de color, cuyo nombre no podemos dar por lo que tanto hemos explicado: el robo que se nos hizo a un álbum tan completo como el que este comentarista tenía desde su primera juventud.

Ese púgil cuyo nombre no podemos dar por el momento, vaticinaba el round en el que ganaría por nocaut. A ese púgil asombroso, Alí comenzó a imitarlo en el mismo vaticinio, pero comiendo anchovitas en sus comienzos, en cuanto llegó a combatir con adversarios más duros que los anteriores y sus vaticinios se venían al suelo, pues ganaba solo por decisión, Alí retiro la hazaña que pronosticaba.

El púgil autor de esos vaticinios, en un combate contra un púgil peligroso, el mismo promotor del combate que iba a librar le dijo que él creía que con ese contendor se vendría al suelo su vaticinio del momento.

El púgil como respuesta a lo dicho por el promotor, le pidió una hoja de papel, una pluma, y un sobre para encerrar lo que iba a escribir. Le dijo al promotor: “Guarde este vaticinio y le pido que lo abra en cuanto termine la pelea”. Al finalizar el combate que el boxeador cuyo nombre no hemos podido dar ganó por nocaut en el quinto round, cuando bajó del ring, fue directo a la oficina del promotor y le pregunto si había abierto el sobre: el promotor dijo que no se había acordado del sobre, y abrió su escritorio encontrando el sobre del caso en donde el púgil vaticinaba lo mismo que había sucedido en el ring: "Ganare por nocaut en el quinto round”, como en efecto así fue.

¿Cómo un boxeador que no fallaba en sus vaticinios, ganando siempre por nocaut, no tuvo nunca una oportunidad para enfrentar a un campeón mundial, como tanto se lo merecía plenamente?

Esa es la pregunta del millón que, desde luego, no les puedo responder a los lectores de estas crónicas.